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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Versículos 1, 2. El apóstol admira el amor <strong>de</strong> Dios al hacer sus hijos a los creyentes. 3—10. La<br />

influencia purificadora <strong>de</strong> <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong> ver a Cristo, y el peligro <strong>de</strong> preten<strong>de</strong>r esto viviendo<br />

en pecado. 11—15. El amor a los hermanos es el carácter <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro cristiano. 16—21. Ese<br />

amor es <strong>de</strong>scrito por sus actos. 22—24. La ventaja <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe, el amor y <strong>la</strong> obediencia.<br />

Vv. 1, 2. Poco conoce el mundo <strong>la</strong> dicha <strong>de</strong> los verda<strong>de</strong>ros seguidores <strong>de</strong> Cristo. Poco piensa el<br />

mundo que estos pobres, humil<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>spreciados son los favoritos <strong>de</strong> Dios y que habitarán en el<br />

cielo. Los seguidores <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong>ben contentarse con <strong>la</strong>s dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> aquí, puesto que están en<br />

tierra <strong>de</strong> extranjeros, don<strong>de</strong> su Señor fue tan maltratado antes que ellos. —Los hijos <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>ben<br />

andar por fe y vivir por esperanza. Bien pue<strong>de</strong>n esperar con fe, esperanza y ferviente <strong>de</strong>seo <strong>la</strong><br />

reve<strong>la</strong>ción <strong>de</strong>l Señor Jesús. Los hijos <strong>de</strong> Dios serán conocidos, y manifestados por su semejanza con<br />

su Cabeza. Serán transformados a <strong>la</strong> misma imagen, por verle a Él.<br />

Vv. 3—10. Los hijos <strong>de</strong> Dios saben que su Señor es <strong>de</strong> ojos muy puros que no permiten que nada<br />

impío e impuro habite en Él. La esperanza <strong>de</strong> los hipócritas, no <strong>la</strong> <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios, es <strong>la</strong> que<br />

permite <strong>la</strong> satisfacción <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos y concupiscencias impuras. Seamos sus seguidores como hijos<br />

amados, mostrando así nuestro sentido <strong>de</strong> su in<strong>de</strong>cible misericordia y expresemos esa mentalidad<br />

humil<strong>de</strong>, agra<strong>de</strong>cida y obediente que nos correspon<strong>de</strong>. —El pecado es rechazar <strong>la</strong> ley divina. En Él,<br />

esto es, en Cristo no hubo pecado. Él asumió todas <strong>la</strong>s <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, pero sin pecado, que fueron<br />

consecuencias <strong>de</strong> <strong>la</strong> caída, esto es, todas esas <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> mente o cuerpo que someten al<br />

hombre a los sufrimientos y lo exponen a <strong>la</strong> tentación. Pero Él no tuvo nuestra <strong>de</strong>bilidad moral,<br />

nuestra ten<strong>de</strong>ncia al pecado. —El que permanece en Cristo no practica habitualmente el pecado.<br />

Renunciar al pecado es <strong>la</strong> gran prueba <strong>de</strong> <strong>la</strong> unión espiritual con el Señor Cristo, y <strong>de</strong> <strong>la</strong> permanencia<br />

en Él y en su conocimiento salvador. Cuidado con engañarse a uno mismo. El que hace justicia es<br />

justo y es seguidor <strong>de</strong> Cristo, <strong>de</strong>muestra interés por fe en su obediencia y sufrimientos. Pero el<br />

hombre no pue<strong>de</strong> actuar como el diablo y ser, al mismo tiempo, un discípulo <strong>de</strong> Cristo Jesús. No<br />

sirvamos ni consintamos en aquello que el Hijo <strong>de</strong> Dios vino a <strong>de</strong>struir. Ser nacido <strong>de</strong> Dios es ser<br />

internamente renovado por el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Espíritu <strong>de</strong> Dios. La gracia renovadora es un principio<br />

permanente. La religión no es un arte, ni asunto <strong>de</strong> <strong>de</strong>streza o pericia sino una nueva naturaleza. La<br />

persona regenerada no pue<strong>de</strong> pecar como pecaba antes <strong>de</strong> nacer <strong>de</strong> Dios, ni como pecan otros que no<br />

son nacidos <strong>de</strong> nuevo. Existe esa luz en su mente que le muestra el mal y <strong>la</strong> malignidad <strong>de</strong>l pecado.<br />

Existe esa inclinación en su corazón que le dispone a aborrecer y odiar el pecado. Existe el principio<br />

espiritual que se opone a los actos pecaminosos. Y existe el arrepentimiento cuando se comete el<br />

pecado. Pecar intencionalmente es algo contrario a él. —Los hijos <strong>de</strong> Dios y los hijos <strong>de</strong>l diablo<br />

tienen sus caracteres diferentes. La simiente <strong>de</strong> <strong>la</strong> serpiente es conocida por su <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

religión y por su odio a los cristianos verda<strong>de</strong>ros. Sólo es justo ante Dios, como creyente justificado,<br />

el que es enseñado y dispuesto a <strong>la</strong> justicia por el Espíritu Santo. En esto se manifiestan los hijos <strong>de</strong><br />

Dios y los hijos <strong>de</strong>l diablo. Los profesantes <strong>de</strong>l evangelio <strong>de</strong>ben tomar muy a pecho estas verda<strong>de</strong>s y<br />

probarse a sí mismos por el<strong>la</strong>s.<br />

Vv. 11—15. Debemos amar al Señor Jesús, valorar su amor, y por tanto, amar a todos nuestros<br />

hermanos en Cristo. Este amor es el fruto especial <strong>de</strong> nuestra fe, y señal segura <strong>de</strong> que somos<br />

nacidos <strong>de</strong> nuevo. Pero nadie que conozca rectamente el corazón <strong>de</strong>l hombre pue<strong>de</strong> asombrarse ante<br />

el <strong>de</strong>sprecio y enemistad <strong>de</strong> <strong>la</strong> gente impía contra los hijos <strong>de</strong> Dios. —Sabemos que pasamos <strong>de</strong><br />

muerte a vida: po<strong>de</strong>mos saberlo por <strong>la</strong>s pruebas <strong>de</strong> nuestra fe en Cristo, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cuales una es el amor<br />

a los hermanos. No es el celo por un partido <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión común, ni afecto por los que son <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

misma <strong>de</strong>nominación y sentimientos que nosotros. La vida <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia en el corazón <strong>de</strong> <strong>la</strong> persona<br />

regenerada es el comienzo y el primer principio <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> gloria <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual están <strong>de</strong>stituidos los<br />

que odian a sus hermanos en sus corazones.

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