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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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agrandar el mal que nuestro prójimo nos hace ni pensar en <strong>la</strong> venganza. Que nuestras quejas, tanto<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> maldad <strong>de</strong>l malo y <strong>de</strong> <strong>la</strong>s aflicciones <strong>de</strong>l afligido, sean llevadas ante Dios y <strong>de</strong>jadas con Él. —3.<br />

El amo reprobó <strong>la</strong> crueldad <strong>de</strong> su siervo. La magnitud <strong>de</strong>l pecado acrecienta <strong>la</strong>s riquezas <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

misericordia que perdona; y el sentido conso<strong>la</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong> misericordia que perdona hace mucho para<br />

disponer nuestros corazones a perdonar a nuestros hermanos. —No tenemos que suponer que Dios<br />

perdona realmente a los hombres y que, <strong>de</strong>spués, les reconoce sus culpas para con<strong>de</strong>narlos. La<br />

última parte <strong>de</strong> esta parábo<strong>la</strong> muestra <strong>la</strong>s conclusiones falsas a que llegan muchos en cuanto a que<br />

sus pecados están perdonados, aunque su conducta posterior <strong>de</strong>muestra que nunca entraron en el<br />

espíritu <strong>de</strong>l evangelio ni <strong>de</strong>mostraron con su vivencia <strong>la</strong> gracia que santifica. No perdonamos<br />

rectamente a nuestro hermano ofensor si no lo perdonamos <strong>de</strong> todo corazón. Pero esto no basta;<br />

<strong>de</strong>bemos buscar el bienestar hasta <strong>de</strong> aquellos que nos ofen<strong>de</strong>n. ¡Con cuánta justicia serán<br />

con<strong>de</strong>nados los que, aunque llevan el nombre <strong>de</strong> cristianos, persisten en tratar a sus hermanos sin<br />

misericordia! El pecador humil<strong>la</strong>do confía solo en <strong>la</strong> misericordia abundante y gratuita a través <strong>de</strong>l<br />

rescate <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> Cristo. Busquemos más y más <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios que renueva, para que nos<br />

enseñe a perdonar al prójimo como esperamos perdón <strong>de</strong> Él.<br />

CAPÍTULO XIX<br />

Versículos 1, 2. Jesús entra en Ju<strong>de</strong>a. 3—12. La pregunta <strong>de</strong> los fariseos sobre el divorcio. 13—15.<br />

Los pequeños llevados a Jesús. 16—22. La indagatoria que hace el joven rico. 23—30. La<br />

recompensa <strong>de</strong> los seguidores <strong>de</strong> Cristo.<br />

Vv. 1, 2. Gran<strong>de</strong>s multitu<strong>de</strong>s seguían a Cristo. Cuando Cristo parte, lo mejor para nosotros es<br />

seguirlo. En todas partes lo hal<strong>la</strong>ban tan capaz y dispuesto a ayudar, como había sido en Galilea;<br />

don<strong>de</strong>quiera que salía el Sol <strong>de</strong> Justicia, era con salud en sus a<strong>la</strong>s.<br />

Vv. 3—12. Los fariseos <strong>de</strong>seaban sorpren<strong>de</strong>r a Jesús en algo que pudieran presentar como ofensa<br />

a <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> Moisés. Los casos matrimoniales eran numerosos y, a veces, paradójicos; hecho así, no<br />

por <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> Dios, sino por <strong>la</strong>s lujurias y neceda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los hombres y, <strong>la</strong> gente suele resolver lo que<br />

quiere hacer antes <strong>de</strong> pedir consejo. Jesús replicó preguntando si no habían leído el re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

creación, y el primer ejemplo <strong>de</strong> matrimonio; <strong>de</strong> ese modo, seña<strong>la</strong> que toda <strong>de</strong>sviación en esto era<br />

ma<strong>la</strong>. —La mejor condición para nosotros, que <strong>de</strong>bemos elegir y mantener en forma coherente, es lo<br />

mejor para nuestras almas, y es <strong>la</strong> que tienda a prepararnos y preservarnos mejor para el reino <strong>de</strong>l<br />

cielo. —Cuando se abraza en realidad al evangelio, hace buenos padres y amigos fieles <strong>de</strong> los<br />

hombres; les enseña a llevar <strong>la</strong> carga y a soportar <strong>la</strong>s enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> aquellos con quienes están<br />

re<strong>la</strong>cionados, a consi<strong>de</strong>rar <strong>la</strong> paz y <strong>la</strong> felicidad <strong>de</strong> ellos más que <strong>la</strong>s propias. En cuanto a <strong>la</strong>s personas<br />

impías, es propio que sean refrenadas por leyes para que no rompan <strong>la</strong> paz <strong>de</strong> <strong>la</strong> sociedad.<br />

Apren<strong>de</strong>mos que el estado <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong>be asumirse con gran seriedad y con oración fervorosa.<br />

Vv. 13—15. Es bueno cuando acudimos a Cristo y llevamos a nuestros hijos. Los pequeños<br />

pue<strong>de</strong>n ser llevados a Cristo porque necesitan y pue<strong>de</strong>n recibir bendiciones <strong>de</strong> Él, y por tener un<br />

interés en su intercesión. Nosotros no po<strong>de</strong>mos sino pedir una bendición para ellos: Sólo Cristo<br />

pue<strong>de</strong> mandar <strong>la</strong> bendición. Bueno para nosotros es que Cristo tenga más amor y ternura en sí que<br />

<strong>la</strong>s que tiene el mejor <strong>de</strong> sus discípulos. —Aprendamos <strong>de</strong> Él a no <strong>de</strong>sechar ningún alma dispuesta y<br />

bien intencionada en su búsqueda <strong>de</strong> Cristo, aunque no sean sino débiles. A los que se dan a Cristo,<br />

como parte <strong>de</strong> su compra, no los echará fuera <strong>de</strong> ninguna manera. Por tanto, no le gustan los que

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