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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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que <strong>de</strong>sanimarnos si nuestro celo por <strong>la</strong>s verda<strong>de</strong>s, preceptos y por <strong>la</strong> adoración <strong>de</strong> Dios provoca a<br />

algunos, y hace que otros se burlen <strong>de</strong> nuestra tristeza santa y <strong>de</strong> que estemos muertos para el<br />

mundo.<br />

Vv. 13—21. No importa cuán profundas sean <strong>la</strong>s aguas <strong>de</strong> aflicción o <strong>de</strong> tentación en que nos<br />

hundamos, no importa cuántos sean los diluvios <strong>de</strong> problemas o <strong>de</strong> hombres impíos que parecen<br />

dispuestos a abatirnos, perseveremos en oración ante nuestro Señor para que nos salve. Las señales<br />

<strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> Dios para con nosotros son suficientes para impedir que nuestro espíritu zozobre en los<br />

problemas externos más profundos. Si pensamos bien <strong>de</strong> Dios, y continuamos haciéndolo ante <strong>la</strong>s<br />

penurias más gran<strong>de</strong>s, no tenemos que temer, más bien Él nos hará bien. Y si en cualquier momento<br />

somos l<strong>la</strong>mados a sufrir reproche y vergüenza por Cristo, esto pue<strong>de</strong> ser nuestro consuelo: Él lo<br />

sabe. Mal le sienta a quien conoce el valor <strong>de</strong> un buen nombre, ser oprimido por un malo, pero<br />

cuando pensamos qué favor es ser tenidos por dignos <strong>de</strong> sufrir vergüenza por el nombre <strong>de</strong> Jesús,<br />

veremos que no hay razón por <strong>la</strong> cual eso <strong>de</strong>ba quebrantarnos el corazón. —Aquí se anuncian los<br />

sufrimientos <strong>de</strong> Cristo en <strong>de</strong>talle, lo que prueba que <strong>la</strong> Escritura es <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios; como se<br />

cumplieron exactamente estas profecías en Jesucristo, eso prueba que Él es el verda<strong>de</strong>ro Mesías. El<br />

vinagre y <strong>la</strong> hiel que le dieron eran una débil figura <strong>de</strong> <strong>la</strong> amarga copa que bebió para que nosotros<br />

recibamos <strong>la</strong> copa <strong>de</strong> <strong>la</strong> salvación. No po<strong>de</strong>mos esperar poco <strong>de</strong> los hombres, todos son conso<strong>la</strong>dores<br />

molestos; tampoco po<strong>de</strong>mos esperar <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>l Dios <strong>de</strong> todo consuelo y bondad.<br />

Vv. 22—29. Estas son profecías <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> los perseguidores <strong>de</strong> Cristo. Los versículos<br />

22 y 23 se aplican a los juicios <strong>de</strong> Dios contra los judíos incrédulos, Romanos xi, 9, 10. Cuando el<br />

sustento <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida y el p<strong>la</strong>cer <strong>de</strong> los sentidos, por <strong>la</strong> corrupción <strong>de</strong> nuestra naturaleza, se constituyen<br />

en alimento y combustible para el pecado, entonces, nuestra mesa es una trampa. —El pecado <strong>de</strong><br />

ellos no fue que no vieran, sino que cerraron sus ojos a <strong>la</strong> luz, amando más <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s; el castigo <strong>de</strong><br />

ellos no es que no verán, sino que serán entregados a <strong>la</strong>s concupiscencias <strong>de</strong> sus propios corazones<br />

que los encallecieron. —Los que rechazan <strong>la</strong> gran salvación <strong>de</strong> Dios que se les ofrece, pue<strong>de</strong>n temer<br />

justamente que su indignación sea <strong>de</strong>rramada sobre ellos. Si los hombres pecan, el Señor lo tomará<br />

en cuenta. Pero quienes se han multiplicado en el pecar pue<strong>de</strong>n aún hal<strong>la</strong>r misericordia por medio <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> justicia <strong>de</strong>l Mediador. Dios no excluye a nadie <strong>de</strong> esa justicia; el evangelio no excluye a nadie que<br />

no se excluya a sí mismo por incredulidad. Pero los que son orgullosos y soberbios y no acu<strong>de</strong>n a <strong>la</strong><br />

justicia <strong>de</strong> Dios, tendrán su correspondiente con<strong>de</strong>na: ellos mismos <strong>la</strong> <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n. Que no esperen<br />

ningún provecho <strong>de</strong> ello quienes no se alegran <strong>de</strong> estar en <strong>de</strong>uda con el<strong>la</strong>. —Es mejor estar pobre y<br />

triste con <strong>la</strong> bendición <strong>de</strong>l Señor, que rico y <strong>de</strong> buen humor con <strong>la</strong> maldición <strong>de</strong>l Señor. Esto pue<strong>de</strong><br />

aplicarse a Cristo cuando estuvo en <strong>la</strong> tierra; el varón <strong>de</strong> dolores que no tenía dón<strong>de</strong> reclinar su<br />

cabeza, pero Dios lo enalteció. Invoquemos al Señor y su salvación nos elevará, aunque estemos<br />

pobres y tristes, culpables y corruptos.<br />

Vv. 30—36. El salmo que empezó con quejas por su pesar, el salmista lo concluye con santo<br />

gozo y a<strong>la</strong>banza. Gran consuelo para nosotros es que <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>banzas humil<strong>de</strong>s y agra<strong>de</strong>cidas agra<strong>de</strong>n<br />

más a Dios que los sacrificios más caros y pomposos. El humil<strong>de</strong> mirará a Él y se alegrará; quienes<br />

lo buscan por medio <strong>de</strong> Cristo vivirán y serán conso<strong>la</strong>dos. —Dios hará gran<strong>de</strong>s cosas por <strong>la</strong> iglesia<br />

<strong>de</strong>l evangelio, en lo cual regocíjense todos los que <strong>de</strong>sean el bien. Una simiente le servirá en <strong>la</strong><br />

tierra, y sus siervos heredarán el reino celestial. Los que aman su nombre habitarán por siempre ante<br />

Él. El que no escatimó ni a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará<br />

con Él todas <strong>la</strong>s cosas libremente? Levántate tú, Gran Restaurador <strong>de</strong> los lugares antiguos para<br />

habitar en ellos, y aparta <strong>la</strong> impiedad <strong>de</strong> tu pueblo.

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