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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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epren<strong>de</strong> y corrige a su pueblo por sus pecados, pero no los <strong>de</strong>secha. Que esto nos anime a poner<br />

más diligencia en asegurar nuestra vocación y elección.<br />

Vv. 11—17. Que el pueblo <strong>de</strong> Dios piense, cuando está afligido y zaran<strong>de</strong>ado, que oyen a Dios<br />

hab<strong>la</strong>rles conso<strong>la</strong>doramente por estas pa<strong>la</strong>bras, fijándose en sus penas y temores. —La Iglesia es<br />

toda gloriosa cuando está llena <strong>de</strong>l conocimiento <strong>de</strong> Dios, porque nadie enseña como Él. Es una<br />

promesa <strong>de</strong> <strong>la</strong> enseñanza y <strong>de</strong> los dones <strong>de</strong>l Espíritu Santo. Todos los enseñados por Dios son<br />

enseñados a amarse unos a otros. Esto parece re<strong>la</strong>cionarse especialmente con <strong>la</strong>s épocas gloriosas<br />

que suce<strong>de</strong>rán a <strong>la</strong>s tribu<strong>la</strong>ciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia. La santidad, más que cualquier cosa, es <strong>la</strong> belleza <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> Iglesia. —Dios promete protección. No habrá miedos internos; no habrá luchas externas. El<br />

militar se valora por sus títulos espléndidos, pero Dios lo l<strong>la</strong>ma ―<strong>de</strong>struidor para <strong>de</strong>struir‖, porque<br />

hacen su actividad <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>vastación y <strong>de</strong>strucción. Él los creó, por tanto servirán sus <strong>de</strong>signios con<br />

ellos. —Llega el día en que Dios tratará a los impíos por <strong>la</strong>s cosas duras que han hab<strong>la</strong>do, Judas 15.<br />

La seguridad y <strong>la</strong> victoria final son herencia <strong>de</strong> cada fiel siervo <strong>de</strong>l Señor. La justicia con que son<br />

justificados, y <strong>la</strong> gracia con que son santificados, son dádivas <strong>de</strong> Dios y efecto <strong>de</strong> su amor especial.<br />

Roguémosle que santifique nuestras almas y nos emplee en su servicio.<br />

CAPÍTULO LV<br />

Versículos 1—5. Invitación a recibir gratuitamente <strong>la</strong>s bendiciones <strong>de</strong>l Salvador. 6—13. Ofrendas<br />

graciosas <strong>de</strong> perdón y paz.<br />

Vv. 1—5. Son bien acogidos a <strong>la</strong>s bendiciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> salvación todos los que acogen bien estas<br />

bendiciones. En Cristo hay suficiente para todos y para cada uno. Los que están satisfechos con el<br />

mundo no ven <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> Cristo y no tienen sed. No están inquietos por sus almas, pero don<strong>de</strong><br />

Dios da gracia, da <strong>la</strong> sed; don<strong>de</strong> Él haya dado sed, dará gracia. Id a Cristo, porque Él es <strong>la</strong> Fuente<br />

abierta, es <strong>la</strong> Roca golpeada. Id a <strong>la</strong>s santas or<strong>de</strong>nanzas, a los arroyos que alegran <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong><br />

nuestro Dios. Id a <strong>la</strong>s aguas sanadoras, id a <strong>la</strong>s aguas vivas, Apocalipsis xxii, 17. Nuestro Salvador se<br />

refirió a esto, Juan vii, 37. Venid, comprad; apropiaos <strong>de</strong> esto aplicándoos <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong>l evangelio a<br />

vosotros mismos. Venid y comed; hacedlo aún más vuestro, y disfrutadlo. El mundo no satisface<br />

nuestras expectativas; nos prometimos al menos agua y nos <strong>de</strong>silusionamos, pero Cristo supera<br />

nuestras expectativas. Vamos a Él y hal<strong>la</strong>mos vino y leche. Los dones ofrecidos son tales que ningún<br />

precio se les pue<strong>de</strong> poner. Las cosas ofrecidas ya están pagadas, porque Cristo <strong>la</strong>s adquirió al precio<br />

total <strong>de</strong> su propia sangre, 1 Pedro i, 19. Nuestras necesida<strong>de</strong>s son incontables y nada tenemos que <strong>la</strong>s<br />

satisfaga; si Cristo y el cielo son nuestros, nos veremos por siempre en<strong>de</strong>udados a <strong>la</strong> libre gracia.<br />

Escuchad con diligencia; que se abata el corazón orgulloso; no sólo vaya, sino acepte <strong>la</strong> oferta <strong>de</strong><br />

Dios. Toda <strong>la</strong> riqueza y el p<strong>la</strong>cer <strong>de</strong>l mundo no darán consuelo y contento firmes al alma. No<br />

satisfacen ni siquiera los apetitos <strong>de</strong>l cuerpo, porque todo es vanidad y aflicción. Que los<br />

<strong>de</strong>sencantos con que nos topamos en el mundo nos ayu<strong>de</strong>n a impulsarnos hacia Cristo y a buscar <strong>la</strong><br />

satisfacción sólo en Él. Entonces, y no antes, encontraremos reposo para nuestra alma. Oíd y vivirá<br />

vuestra alma. ¡Con qué términos c<strong>la</strong>ros se nos ofrece <strong>la</strong> felicidad! —Por misericordias firmes a<br />

David tenemos que enten<strong>de</strong>r al Mesías. Todas sus misericordias son misericordias <strong>de</strong>l pacto; son<br />

compradas por Él, son prometidas en Él y nos son dispensadas <strong>de</strong> su mano. No sabemos encontrar el<br />

camino a <strong>la</strong>s aguas, pero Cristo es dado para ser Lí<strong>de</strong>r, Capitán, para mostrarnos qué hacer y<br />

capacitarnos para hacerlo. Nuestro negocio es obe<strong>de</strong>cerle y seguirle. Nadie pue<strong>de</strong> ir al Padre sino por<br />

Él. Él es el Santo <strong>de</strong> Israel, fiel a todas sus promesas; Él ha prometido glorificar a Cristo dándole a<br />

los gentiles por heredad.

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