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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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CAPÍTULO I<br />

Versículos 1—5. La divinidad <strong>de</strong> Cristo. 6—14. Su naturaleza divina y humana. 15—18. El<br />

testimonio <strong>de</strong> Cristo por Juan el Bautista. 19—28. El testimonio público <strong>de</strong> Juan sobre Cristo.<br />

29—36. Otros testimonios <strong>de</strong> Juan sobre Cristo. 37—42. Andrés y otro discípulo siguen a Jesús.<br />

43—51. L<strong>la</strong>mamiento <strong>de</strong> Felipe y Natanael.<br />

Vv. 1—5. La razón más simple <strong>de</strong>l por qué se l<strong>la</strong>ma Verbo al Hijo <strong>de</strong> Dios, parece ser, que como<br />

nuestras pa<strong>la</strong>bras explican nuestras i<strong>de</strong>as a los <strong>de</strong>más, así fue enviado el Hijo <strong>de</strong> Dios para reve<strong>la</strong>r el<br />

pensamiento <strong>de</strong> Su Padre al mundo. —Lo que dice el evangelista acerca <strong>de</strong> Cristo prueba que Él es<br />

Dios. Afirma su existencia en el comienzo; su coexistencia con el Padre. El Verbo estaba con Dios.<br />

Todas <strong>la</strong>s cosas fueron hechas por Él, y no como instrumento. Sin Él nada <strong>de</strong> lo que ha sido hecho<br />

fue hecho, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el ángel más elevado hasta el gusano más bajo. Esto muestra cuán bien calificado<br />

estaba para <strong>la</strong> obra <strong>de</strong> nuestra re<strong>de</strong>nción y salvación. La luz <strong>de</strong> <strong>la</strong> razón, y <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> los sentidos,<br />

<strong>de</strong>riva <strong>de</strong> Él, y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> Él. Este Verbo eterno, esta Luz verda<strong>de</strong>ra resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>ce, pero <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s<br />

no <strong>la</strong> comprendieron. Oremos sin cesar que nuestros ojos sean abiertos para contemp<strong>la</strong>r esta Luz,<br />

para que an<strong>de</strong>mos en el<strong>la</strong>; y así seamos hechos sabios para salvación por fe en Jesucristo.<br />

Vv. 6—14. Juan el Bautista vino a dar testimonio <strong>de</strong> Jesús. Nada reve<strong>la</strong> con mayor plenitud <strong>la</strong>s<br />

tinieb<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> mente <strong>de</strong> los hombres que cuando apareció <strong>la</strong> Luz y hubo necesidad <strong>de</strong> un testigo para<br />

l<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> atención a el<strong>la</strong>. Cristo era <strong>la</strong> Luz verda<strong>de</strong>ra; esa gran Luz que merece ser l<strong>la</strong>mada así. Por<br />

su Espíritu y gracia ilumina a todos los que están iluminados para salvación; y los que no están<br />

iluminados por Él, perecen en <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s. Cristo estuvo en el mundo cuando asumió nuestra<br />

naturaleza y habitó entre nosotros. El Hijo <strong>de</strong>l Altísimo estuvo aquí en este mundo inferior. Estuvo<br />

en el mundo, pero no era <strong>de</strong>l mundo. Vino a salvar a un mundo perdido, porque era un mundo <strong>de</strong> Su<br />

propia hechura. Sin embargo, el mundo no le conoció. Cuando venga como Juez, el mundo le<br />

conocerá. Muchos dicen que son <strong>de</strong> Cristo, aunque no lo reciben porque no <strong>de</strong>jan sus pecados ni<br />

permiten que Él reine sobre ellos. —Todos los hijos <strong>de</strong> Dios son nacidos <strong>de</strong> nuevo. Este nuevo<br />

nacimiento es por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios, 1 Pedro i, 23, y por el Espíritu <strong>de</strong> Dios en cuanto a<br />

Autor. Por su presencia divina Cristo siempre estuvo en el mundo, pero, ahora que iba a llegar el<br />

cumplimiento <strong>de</strong>l tiempo, Él fue, <strong>de</strong> otra manera, Dios manifestado en <strong>la</strong> carne. Obsérvese, no<br />

obstante, los rayos <strong>de</strong> su gloria divina que perforaron este velo <strong>de</strong> carne. Aunque tuvo en <strong>la</strong> forma <strong>de</strong><br />

siervo, en cuanto a <strong>la</strong>s circunstancias externas, respecto <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia su forma fue <strong>la</strong> <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios<br />

cuya gloria divina se reve<strong>la</strong> en <strong>la</strong> santidad <strong>de</strong> su doctrina y en sus mi<strong>la</strong>gros. Fue lleno <strong>de</strong> gracia,<br />

completamente aceptable a su Padre, por tanto, apto para interce<strong>de</strong>r por nosotros; y lleno <strong>de</strong> verdad,<br />

plenamente consciente <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que iba a reve<strong>la</strong>r.<br />

Vv. 15—18. Cronológicamente y en <strong>la</strong> entrada en su obra, Cristo vino <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Juan, pero en<br />

toda otra forma fue antes que él. La expresión muestra c<strong>la</strong>ramente que Jesús tenía existencia antes <strong>de</strong><br />

aparecer en <strong>la</strong> tierra como hombre. En Él habita toda plenitud, <strong>de</strong> quien solo los pecadores caídos<br />

tienen, y recibirán por fe, todo lo que los hace sabios, fuertes, santos, útiles y dichosos. Todo lo que<br />

recibimos por Cristo se resume en esta so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra: gracia; recibimos: ―gracia sobre gracia‖ un don<br />

tan gran<strong>de</strong>, tan rico, tan inapreciable; <strong>la</strong> buena voluntad <strong>de</strong> Dios para con nosotros, y <strong>la</strong> buena obra<br />

<strong>de</strong> Dios en nosotros. La ley <strong>de</strong> Dios es santa, justa y buena; y <strong>de</strong>bemos hacer el uso apropiado <strong>de</strong><br />

el<strong>la</strong>. Pero no po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>rivar <strong>de</strong> el<strong>la</strong> el perdón, <strong>la</strong> justicia o <strong>la</strong> fuerza. Nos enseña a adornar <strong>la</strong><br />

doctrina <strong>de</strong> Dios nuestro Salvador, pero no pue<strong>de</strong> tomar el lugar <strong>de</strong> esa doctrina. Como ninguna<br />

misericordia proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> Dios para los pecadores sino por medio <strong>de</strong> Jesucristo, ningún hombre pue<strong>de</strong><br />

ir al Padre sino por Él; nadie pue<strong>de</strong> conocer a Dios salvo que Él lo dé a conocer en el Hijo unigénito<br />

y amado.

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