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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 22—24. Job toca brevemente el punto principal en <strong>de</strong>bate. Sus amigos sostienen que los<br />

rectos y buenos, siempre prosperan en este mundo. Nadie sino el malo está en <strong>la</strong> miseria y aflicción:<br />

por el contrario, dice que es cosa común que el malo prospere y que el recto sea afligido. Pero hay<br />

<strong>de</strong>masiada pasión en lo que Job dice aquí, porque Dios no aflige voluntariamente. Cuando el espíritu<br />

está encendido con el <strong>de</strong>bate o con el <strong>de</strong>scontento, tenemos que poner guarda en nuestros <strong>la</strong>bios.<br />

Vv. 25—35. ¡Qué poca necesidad tenemos <strong>de</strong> pasatiempos y qué gran necesidad <strong>de</strong> redimir el<br />

tiempo, cuando corre tan veloz hacia <strong>la</strong> eternidad! ¡Cuán vanos los p<strong>la</strong>ceres temporales, los cuales<br />

po<strong>de</strong>mos per<strong>de</strong>r por completo mientras el tiempo sigue su marcha! El recuerdo <strong>de</strong> haber cumplido<br />

con nuestro <strong>de</strong>ber siempre será grato <strong>de</strong>spués; pero no será así el recuerdo <strong>de</strong> haber tenido riqueza<br />

mundana, cuando todo se pier<strong>de</strong> y se acaba. —La queja <strong>de</strong> Job en cuanto a Dios, como que no pue<strong>de</strong><br />

apaciguarse y no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser duro, era el lenguaje <strong>de</strong> su corrupción. Hay un Mediador, un<br />

Intermediario, un Árbitro para nosotros, el amado Hijo <strong>de</strong> Dios que adquirió <strong>la</strong> paz para nosotros con<br />

<strong>la</strong> sangre <strong>de</strong> su cruz, que es capaz <strong>de</strong> salvar a todos los que vienen a Dios por medio <strong>de</strong> Él. Si<br />

confiamos en su nombre, nuestros pecados serán enterrados en <strong>la</strong>s profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mar, seremos<br />

<strong>la</strong>vados <strong>de</strong> toda nuestra inmundicia y hechos más b<strong>la</strong>ncos que <strong>la</strong> nieve, <strong>de</strong> modo que nadie pueda<br />

cargar nada a nuestra cuenta. Seremos vestidos con <strong>la</strong>s túnicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia y <strong>la</strong> salvación,<br />

adornados con <strong>la</strong>s gracias <strong>de</strong>l Espíritu Santo, y presentados intachables ante <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> su gloria,<br />

con gozo supremo. Aprendamos <strong>la</strong> diferencia entre justificarnos a nosotros mismos, y a ser así<br />

justificados por el mismo Dios. —Que el alma tempestuosa consi<strong>de</strong>re a Job, y se fije en que los<br />

<strong>de</strong>más han pasado este abismo espantoso; y aunque les parezca difícil creer que Dios los oye o los<br />

libra, aun así Él reprendió <strong>la</strong> tormenta y los llevó al puerto <strong>de</strong>seado. Resistid al diablo; no déis lugar<br />

a los pensamientos malos acerca <strong>de</strong> Dios, ni a <strong>la</strong>s conclusiones <strong>de</strong>sesperadas sobre vosotros mismos.<br />

Acudid a aquel que invita al cansado y cargado, al que promete que <strong>de</strong> ninguna manera los echará<br />

afuera.<br />

CAPÍTULO X<br />

Versículos 1—7. Job se queja <strong>de</strong> sus dificulta<strong>de</strong>s. 8—13. Él ape<strong>la</strong> fervorosamente a Dios como su<br />

Hacedor. 14—21. Él se queja <strong>de</strong> <strong>la</strong> severidad <strong>de</strong> Dios.<br />

Vv. 1—7. Estando cansado <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida Job resuelve quejarse, pero no acusa a Dios <strong>de</strong> injusticia. Aquí<br />

hay una oración pidiendo que él sea librado <strong>de</strong>l aguijón <strong>de</strong> sus aflicciones, que es el pecado. Dios<br />

contien<strong>de</strong> con nosotros cuando nos aflige; cuando contien<strong>de</strong> con nosotros siempre hay una razón,<br />

siendo <strong>de</strong>seable conocer <strong>la</strong> razón para arrepentirnos y abandonar el pecado por el cual Dios<br />

contien<strong>de</strong> con nosotros. Pero cuando, como Job, hab<strong>la</strong>mos con amargura <strong>de</strong> nuestra alma<br />

aumentamos <strong>la</strong> culpa y el sufrimiento. No abriguemos malos pensamientos contra Dios; <strong>de</strong> ahí en<br />

a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte veremos que no había causa para ellos. —Job está seguro <strong>de</strong> que Dios no <strong>de</strong>scubre <strong>la</strong>s cosas<br />

ni <strong>la</strong>s juzga como lo hacen los hombres; por tanto, piensa que es extraño que Dios lo siga afligiendo<br />

como si <strong>de</strong>biera tomarse tiempo para inquirir sobre su pecado.<br />

Vv. 8—13. Job parece discutir con Dios como si sólo lo hubiera formado y preservado para <strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>sgracia. Dios nos hizo, no nosotros. ¡Cuán triste es que esos cuerpos sean instrumentos <strong>de</strong><br />

injusticia, siendo capaces <strong>de</strong> ser templos <strong>de</strong>l Espíritu Santo! Pero el alma es <strong>la</strong> vida, el alma es el<br />

hombre y esta es dádiva <strong>de</strong> Dios. Si argumentamos con nosotros mismos como inducción al <strong>de</strong>ber,<br />

Dios me hizo y me sostiene, podríamos argumentar en pro <strong>de</strong> <strong>la</strong> misericordia: Tú me hiciste, hazme<br />

<strong>de</strong> nuevo; yo soy tuyo, sálvame.

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