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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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está. Es posible que un hombre tenga su cabeza llena <strong>de</strong> nociones <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Escrituras, y su boca llena<br />

<strong>de</strong> expresiones <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Escrituras mientras su corazón está lleno <strong>de</strong> enconada enemistad con Dios y<br />

contra toda bondad. Satanás citó mal <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras. Si nos salimos <strong>de</strong> nuestro camino, fuera <strong>de</strong>l<br />

camino <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>ber, abandonamos <strong>la</strong> promesa y nos ponemos fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> protección <strong>de</strong> Dios.<br />

Este pasaje, Deuteronomio viii, 3, hecho contra el tentador, por tanto él omitió una parte. Esta<br />

promesa es firme y resiste bien. ¿Pero seguiremos en pecado para que <strong>la</strong> gracia abun<strong>de</strong>? No. —3.<br />

Satanás tentó a Cristo a <strong>la</strong> ido<strong>la</strong>tría con el ofrecimiento <strong>de</strong> los reinos <strong>de</strong>l mundo y <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> ellos.<br />

La gloria <strong>de</strong>l mundo es <strong>la</strong> tentación más encantadora para quien no piensa y no se da cuenta; esto es<br />

lo que más fácilmente vence a los hombres. Cristo fue tentado a adorar a Satanás. Rechazó con<br />

aborrecimiento <strong>la</strong> propuesta. ―¡Vete <strong>de</strong> aquí Satanás!‖ Algunas tentaciones son abiertamente ma<strong>la</strong>s;<br />

y no son para ser simplemente resistidas, sino para ser rechazadas <strong>de</strong> inmediato. Bueno es ser rápido<br />

y firme para resistir <strong>la</strong> tentación. Si resistimos al diablo, éste huirá <strong>de</strong> nosotros. Pero el alma que<br />

<strong>de</strong>libera está casi vencida. Encontramos sólo unos pocos que pue<strong>de</strong>n rechazar resueltamente tales<br />

carnadas, como <strong>la</strong>s que ofrece Satanás aunque, ¿<strong>de</strong> qué le aprovecha a un hombre si gana a todo el<br />

mundo y pier<strong>de</strong> su alma? —Cristo fue socorrido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> tentación para estimu<strong>la</strong>rlo a seguir en<br />

su esfuerzo, y para estimu<strong>la</strong>rnos a confiar en Él, porque supo, por experiencia, lo que es sufrir siendo<br />

tentado, <strong>de</strong> modo que sabía lo que es ser socorrido en <strong>la</strong> tentación; por tanto, po<strong>de</strong>mos esperar no<br />

sólo que sienta por su pueblo tentado, sino que venga con el oportuno socorro.<br />

Vv. 12—17. Justo es que Dios quite el evangelio y los medios <strong>de</strong> gracia <strong>de</strong> quienes los<br />

<strong>de</strong>sprecian y los arrojan <strong>de</strong> sí. Cristo no se quedará mucho tiempo don<strong>de</strong> no sea bienvenido. Los que<br />

están sin Cristo están en <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s. Están insta<strong>la</strong>dos en esa condición, una postura contenta; <strong>la</strong><br />

eligen antes que <strong>la</strong> luz; son voluntariamente ignorantes. Cuando viene el evangelio, viene <strong>la</strong> luz;<br />

cuando llega a cualquier parte, cuando llega a un alma, ahí se hace <strong>de</strong> día. La luz reve<strong>la</strong> y dirige; así<br />

lo hace el evangelio. —La doctrina <strong>de</strong>l arrepentimiento es buena doctrina <strong>de</strong>l evangelio. No sólo el<br />

austero Juan el Bautista, sino el bondadoso Jesús predicó el arrepentimiento. Aún existe <strong>la</strong> misma<br />

razón para hacerlo así. —No se reconoció por completo que el reino <strong>de</strong> los cielos había llegado hasta<br />

<strong>la</strong> venida <strong>de</strong>l Espíritu Santo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> ascensión <strong>de</strong> Cristo.<br />

Vv. 18—22. Cuando Cristo empezó a predicar empezó a reunir discípulos que <strong>de</strong>bían ser<br />

oyentes, y luego predicadores, <strong>de</strong> su doctrina, que <strong>de</strong>bían ser testigos <strong>de</strong> sus mi<strong>la</strong>gros, y luego<br />

testificar acerca <strong>de</strong> ellos. No fue a <strong>la</strong> corte <strong>de</strong> Hero<strong>de</strong>s, ni fue a Jerusalén a los sumos sacerdotes ni a<br />

los ancianos, sino al mar <strong>de</strong> Galilea, a los pescadores. El mismo po<strong>de</strong>r que l<strong>la</strong>mó a Pedro y a Andrés<br />

podría haber traído a Anás y a Caifás, porque nada es imposible con Dios. Pero Cristo elige lo necio<br />

<strong>de</strong>l mundo para confundir a lo sabio. —La diligencia es un l<strong>la</strong>mado honesto a comp<strong>la</strong>cer a Cristo, y<br />

no es un obstáculo para <strong>la</strong> vida santa. La gente ociosa está más abierta a <strong>la</strong>s tentaciones <strong>de</strong> Satanás<br />

que a los l<strong>la</strong>mados <strong>de</strong> Dios. Es cosa feliz y esperanzadora ver hijos que cuidan a sus padres y<br />

cumplen su <strong>de</strong>ber. Cuando Cristo venga es bueno ser hal<strong>la</strong>do haciendo así. ¿Estoy en Cristo? Es una<br />

pregunta muy necesaria que nos hagamos, y luego <strong>de</strong> esa, ¿estoy en mi l<strong>la</strong>mado? —Habían seguido<br />

antes a Cristo como discípulos corrientes, Juan i, 37; ahora <strong>de</strong>ben <strong>de</strong>jar su oficio. Los que siguen<br />

bien a Cristo <strong>de</strong>ben, a su mandato, <strong>de</strong>jar todas <strong>la</strong>s cosas para seguirle a Él, <strong>de</strong>ben estar dispuestos a<br />

separarse <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Esta instancia <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Señor Jesús nos exhorta a <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su gracia. Él<br />

hab<strong>la</strong> y está hecho.<br />

Vv. 23—25. Don<strong>de</strong> iba Cristo confirmaba su misión divina por medio <strong>de</strong> mi<strong>la</strong>gros, que fueron<br />

emblema <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r sanador <strong>de</strong> su doctrina y <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Espíritu que lo acompañaban. Ahora no<br />

encontramos en nuestros cuerpos el mi<strong>la</strong>groso po<strong>de</strong>r sanador <strong>de</strong>l Salvador, pero si somos curados<br />

por <strong>la</strong> medicina, <strong>la</strong> a<strong>la</strong>banza es igualmente suya. Aquí se usan tres pa<strong>la</strong>bras generales. Él sanó toda<br />

enfermedad o dolencia; ninguna fue <strong>de</strong>masiado ma<strong>la</strong>, ninguna <strong>de</strong>masiado terrible, para que Cristo no<br />

<strong>la</strong> sanara con una pa<strong>la</strong>bra. Se nombran tres enfermeda<strong>de</strong>s: <strong>la</strong> parálisis que es <strong>la</strong> suprema <strong>de</strong>bilidad

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