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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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en <strong>de</strong>mostrarle respeto o hacerle bien. Por esto po<strong>de</strong>mos juzgarnos en cierta medida. Los hombres<br />

sabios y buenos pue<strong>de</strong>n jurar para daño suyo; pero véase cuán fuerte es <strong>la</strong> obligación que el hombre<br />

prefiere per<strong>de</strong>r él mismo y su familia, antes que hacer mal a su prójimo. No aumentará su fortuna por<br />

extorsión ni cohecho. No hará nada que dañe una causa justa a cambio <strong>de</strong> ganancia o esperanza <strong>de</strong><br />

provecho personal. —Todo miembro verda<strong>de</strong>ramente vivo <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia, como <strong>la</strong> iglesia misma, está<br />

edificado sobre <strong>la</strong> Roca. El que hace estas cosas nunca será quitado <strong>de</strong> allí. La gracia <strong>de</strong> Dios<br />

siempre le será suficiente. La unión <strong>de</strong> este temperamento y esta conducta, pue<strong>de</strong> surgir sólo <strong>de</strong>l<br />

arrepentimiento <strong>de</strong>l pecado, por <strong>la</strong> fe en el Salvador y el amor a Él. Examinémonos en estos aspectos<br />

y probémonos a nosotros mismos.<br />

SALMO XVI<br />

Este salmo empieza expresando <strong>de</strong>vociones que se pue<strong>de</strong>n aplicar a Cristo; pero termina con tal<br />

confianza <strong>de</strong> una resurrección, que <strong>de</strong>be aplicarse a Cristo y sólo a Él.<br />

David huye a refugiarse en Dios con confianza y regocijo. Los que reconocen que Jehová es su<br />

Señor, <strong>de</strong>ben acordarse a menudo <strong>de</strong> lo que han hecho, recibir su consuelo y vivir conforme a ello.<br />

Él se consagra al honor <strong>de</strong> Dios en el servicio <strong>de</strong> los santos. Nosotros <strong>de</strong>bemos ser santos en <strong>la</strong> tierra<br />

o nunca seremos santos en el cielo. Los que han sido renovados por <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios y consagrados<br />

a <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios, son santos en <strong>la</strong> tierra. Los santos en <strong>la</strong> tierra son excelentes, pero algunos son<br />

tan pobres que necesitan que se les extienda <strong>la</strong> bondad <strong>de</strong> David. —Este <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ra su resolución <strong>de</strong> no<br />

tener comunión con <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s; él repite <strong>la</strong> elección solemne que ha hecho <strong>de</strong> Dios<br />

como su porción y felicidad; acepta el consuelo <strong>de</strong> <strong>la</strong> elección y da <strong>la</strong> gloria por ello a Dios. Este es<br />

el lenguaje <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong>vota y piadosa. La mayoría toma al mundo como su sumo bien y ponen su<br />

felicidad en gozarlo; pero por pobre que sea mi situación en este mundo, déjenme tener el amor y el<br />

favor <strong>de</strong> Dios y ser aceptado por Él; por <strong>la</strong> promesa déjenme tener el <strong>de</strong>recho a <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong> felicidad<br />

<strong>de</strong>l estado futuro, y con eso me basta. El cielo es una heredad; <strong>de</strong>bemos tomarlo por nuestro hogar,<br />

nuestro reposo, nuestro bien eterno, y mirar este mundo como que ya no es nuestro, como que no es<br />

más que un territorio por el cual pasa nuestro camino a <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> nuestro Padre. Los que tienen a<br />

Dios como su porción, tienen una herencia santa. Regresa a tu reposo, oh, alma mía, y no busques<br />

más. Las personas que están bajo <strong>la</strong> gracia nunca codician más que a Dios, aunque siempre quieren<br />

más <strong>de</strong> Dios; pero, estando satisfechos <strong>de</strong> su amor y bondad, están abundantemente satisfechos con<br />

el<strong>la</strong>: ellos no envidian nada <strong>de</strong> los p<strong>la</strong>ceres y alegrías carnales. Pero tan ignorantes y necios somos,<br />

que si somos <strong>de</strong>jados a nuestra discresión, abandonaremos <strong>la</strong>s misericordias recibidas a cambio <strong>de</strong><br />

vanida<strong>de</strong>s mentirosas. —David, habiendo recibido consejo <strong>de</strong> Dios por su pa<strong>la</strong>bra y su Espíritu, sus<br />

propios pensamientos le enseñaron en sesión nocturna y lo comprometieron por fe a vivir para Dios.<br />

Los versículos 8—11 son citados por San Pedro en su primer sermón, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong>l Espíritu el día <strong>de</strong> Pentecostés, Hechos ii, 25–31; <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ra que David hab<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

Cristo y, particu<strong>la</strong>rmente, <strong>de</strong> su resurrección. Como Cristo es <strong>la</strong> Cabeza <strong>de</strong>l cuerpo, <strong>la</strong> iglesia, se<br />

pue<strong>de</strong>n aplicar estos versículos a todos los cristianos, guiados y animados por el Espíritu <strong>de</strong> Cristo;<br />

<strong>de</strong> aquí po<strong>de</strong>mos apren<strong>de</strong>r que es sabiduría y <strong>de</strong>ber nuestro poner siempre ante nosotros al Señor. Si<br />

nuestros ojos están siempre dirigidos a Dios, que nuestros corazones y lenguas se regocijen siempre<br />

en Él. La muerte <strong>de</strong>struye <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong>l hombre pero no <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong>l cristiano verda<strong>de</strong>ro. La<br />

resurrección <strong>de</strong> Cristo es una primicia <strong>de</strong> <strong>la</strong> resurrección <strong>de</strong>l creyente. Nuestra porción en este<br />

mundo es el dolor, pero en el cielo hay gozo, plenitud <strong>de</strong> gozo; nuestros p<strong>la</strong>ceres <strong>de</strong> aquí son por un<br />

momento, pero a <strong>la</strong> diestra <strong>de</strong> Dios son p<strong>la</strong>ceres para siempre. —A través <strong>de</strong> este tu Hijo amado y<br />

nuestro amado Salvador, tú nos mostrarás, oh Señor, el sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida; tú justificarás ahora

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