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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 35—44. Se acostumbraba a avergonzar a los malhechores con un letrero que notificara el<br />

<strong>de</strong>lito por el cual sufrían. Así pusieron uno sobre <strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong> Cristo. O concibieron para reproche<br />

suyo, pero Dios lo pasó por alto, porque aun <strong>la</strong> acusación fue para su honra. —Había dos <strong>la</strong>drones<br />

crucificados con Él al mismo tiempo. En su muerte, fue contado con los pecadores para que, en<br />

nuestra muerte, seamos contados con los santos. Las bur<strong>la</strong>s y afrentas que recibió están registradas<br />

aquí. Los enemigos <strong>de</strong> Cristo trabajan fuerte para hacer que los <strong>de</strong>más crean cosas <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión y<br />

<strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Dios, que ellos mismos saben que son falsas. —Los principales sacerdotes y escribas,<br />

y los ancianos, se mofaron <strong>de</strong> Cristo por ser el Rey <strong>de</strong> Israel. Mucha gente podría gustar mucho <strong>de</strong>l<br />

Rey <strong>de</strong> Israel, si se hubiera bajado <strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz; si ellos pudieran tener su reino sin <strong>la</strong> tribu<strong>la</strong>ción a<br />

través <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual <strong>de</strong>ben entrar ahora. Pero si no hay cruz, no hay Cristo ni corona. Los que van a<br />

reinar con Él <strong>de</strong>ben estar dispuestos a sufrir con Él. Así, pues, nuestro Señor Jesús, habiendo<br />

emprendido <strong>la</strong> satisfacción <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia <strong>de</strong> Dios, lo hizo sometiéndose al peor castigo <strong>de</strong> los<br />

hombres. Y en cada registro minuciosamente <strong>de</strong>tal<strong>la</strong>do <strong>de</strong> los sufrimientos <strong>de</strong> Cristo, encontramos<br />

cumplida alguna predicción <strong>de</strong> los profetas o los salmos.<br />

Vv. 45—50. Durante <strong>la</strong>s tres horas que continuaron <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s, Jesús estuvo en agonía,<br />

luchando con <strong>la</strong>s potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s y sufriendo el <strong>de</strong>sagrado <strong>de</strong> su Padre contra el pecado<br />

<strong>de</strong>l hombre, por el cual ahora hacía ofrenda su alma. Nunca hubo tres horas como esa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en<br />

que Dios creó al hombre en <strong>la</strong> tierra, nunca hubo una escena tan tenebrosa y espantosa; fue el punto<br />

sin retorno <strong>de</strong> ese gran asunto, <strong>la</strong> re<strong>de</strong>nción y salvación <strong>de</strong>l hombre. Jesús expresó una queja en el<br />

Salmo xxii, 1. Ahí nos enseña lo útil que es <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios para dirigirnos en oración y nos<br />

recomienda usar <strong>la</strong>s expresiones <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Escrituras para orar. El creyente pue<strong>de</strong> haber saboreado<br />

algunas gotas <strong>de</strong> amargura, pero sólo pue<strong>de</strong> formarse una i<strong>de</strong>a muy débil <strong>de</strong> <strong>la</strong> gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los<br />

sufrimientos <strong>de</strong> Cristo. Sin embargo, <strong>de</strong> ahí apren<strong>de</strong> algo <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong>l Salvador por los pecadores;<br />

<strong>de</strong> ahí obtiene una convicción más profunda <strong>de</strong> <strong>la</strong> vileza y mal <strong>de</strong>l pecado, y <strong>de</strong> lo que él le <strong>de</strong>be a<br />

Cristo, que lo libra <strong>de</strong> <strong>la</strong> ira veni<strong>de</strong>ra. Sus enemigos ridiculizaron perversamente su <strong>la</strong>mento. Muchos<br />

<strong>de</strong> los reproches <strong>la</strong>nzados contra <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios y al pueblo <strong>de</strong> Dios, surgen, como aquí, <strong>de</strong><br />

errores groseros. —Cristo habló con toda su fuerza, justo antes <strong>de</strong> expirar, para <strong>de</strong>mostrar que su<br />

vida no se <strong>la</strong> quitaban, sino <strong>la</strong> entregaba libremente en manos <strong>de</strong> su Padre. Tuvo fuerzas para<br />

<strong>de</strong>safiar a <strong>la</strong>s potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte; y para mostrar que por el Espíritu eterno se ofreció a sí<br />

mismo, siendo el Sacerdote y Sacrificio, y c<strong>la</strong>mó a gran voz. Entonces, entregó el espíritu. El Hijo <strong>de</strong><br />

Dios, en <strong>la</strong> cruz, murió por <strong>la</strong> violencia <strong>de</strong>l dolor a que fue sometido. Su alma fue separada <strong>de</strong> su<br />

cuerpo y, así, su cuerpo quedó real y verda<strong>de</strong>ramente muerto. Fue cierto que Cristo murió porque era<br />

necesario que muriera. Se había comprometido a hacerse ofrenda por el pecado y lo hizo cuando<br />

entregó voluntariamente su vida.<br />

Vv. 51—56. La rasgadura <strong>de</strong>l velo significó que Cristo, por su muerte, abrió un camino hacia<br />

Dios. Ahora tenemos el camino abierto a través <strong>de</strong> Cristo al trono <strong>de</strong> gracia, o trono <strong>de</strong> misericordia,<br />

y al trono <strong>de</strong> gloria <strong>de</strong>l más allá. Cuando consi<strong>de</strong>ramos <strong>de</strong>bidamente <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> Cristo, nuestros<br />

corazones duros y empe<strong>de</strong>rnidos <strong>de</strong>bieran rasgarse; el corazón, no <strong>la</strong> ropa. El corazón que no se<br />

rin<strong>de</strong>, que no se <strong>de</strong>rrite don<strong>de</strong> se presenta c<strong>la</strong>ramente a Jesucristo crucificado, es más duro que una<br />

roca. Los sepulcros se abrieron, y se levantaron muchos cuerpos <strong>de</strong> santos que dormían. No se nos<br />

dice a quiénes se aparecieron, en qué manera y cómo <strong>de</strong>saparecieron; y no <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>sear saber<br />

más <strong>de</strong> lo que está escrito. —Las apariciones aterradoras <strong>de</strong> Dios en su provi<strong>de</strong>ncia a veces obran<br />

extrañamente para <strong>la</strong> convicción y el <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> los pecadores. Esto fue expresado en el terror que<br />

cayó sobre el centurión y los soldados romanos. Po<strong>de</strong>mos reflexionar con consuelo en los<br />

abundantes testimonios dados <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> Jesús; y procurando no dar causa justa <strong>de</strong> ofensa, <strong>de</strong>jar<br />

en manos <strong>de</strong>l Señor que absuelva nuestros caracteres si vivimos para Él. Nosotros, con los ojos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

fe, contemplemos a Cristo, y éste crucificado, y seamos afectados con el gran amor con que nos<br />

amó. Pero sus amigos no pudieron dar más que unas miradas; ellos lo contemp<strong>la</strong>ron, pero no

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