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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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malos <strong>de</strong>seos y <strong>la</strong>s lujurias, contristan al Espíritu <strong>de</strong> Dios. Las pasiones corruptas <strong>de</strong>l rencor, ira,<br />

rabia, quejas, maledicencia y malicia, contristan al Espíritu Santo. No provoques al santo y bendito<br />

Espíritu <strong>de</strong> Dios a que retire su presencia y su influencia <strong>de</strong> gracia. El cuerpo será redimido <strong>de</strong>l<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> tumba el día <strong>de</strong> <strong>la</strong> resurrección. Don<strong>de</strong>quiera que el bendito Espíritu habite como<br />

santificador, es <strong>la</strong> primicia <strong>de</strong> todo <strong>de</strong>leite, y <strong>la</strong>s glorias <strong>de</strong>l día <strong>de</strong> <strong>la</strong> re<strong>de</strong>nción; seríamos <strong>de</strong>shechos<br />

si Dios nos quitara su Espíritu Santo.<br />

CAPÍTULO V<br />

Versículos 1, 2. Exhortación al amor fraternal. 3—14. Advertencia contra diversos pecados. 15—<br />

21. Instrucciones para una conducta a<strong>de</strong>cuada y los <strong>de</strong>beres re<strong>la</strong>cionados. 22—33. Los <strong>de</strong>beres<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s esposas y maridos se realzan por <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción espiritual entre Cristo y <strong>la</strong> Iglesia.<br />

Vv. 1, 2. Dios os ha perdonado por amor a Cristo, por tanto, sed seguidores <strong>de</strong> Dios, imitadores <strong>de</strong><br />

Dios. Imitadle en especial en su amor y en su bondad perdonadora, como conviene a los amados <strong>de</strong><br />

su Padre celestial. —En el sacrificio <strong>de</strong> Cristo triunfa su amor, y nosotros tenemos que consi<strong>de</strong>rarlo<br />

plenamente.<br />

Vv. 3—14. Las sucias concupiscencias <strong>de</strong>ben arrancarse <strong>de</strong> raíz. Hay que temer y abandonar<br />

esos pecados. Estas no son sólo advertencias contra los actos groseros <strong>de</strong> pecado, sino contra lo que<br />

algunos toman a <strong>la</strong> ligera. Pero estas cosas distan tanto <strong>de</strong> ser provechosas, que contaminan y<br />

envenenan a los oyentes. Nuestro júbilo <strong>de</strong>biera notarse como correspon<strong>de</strong> a los cristianos al dar<br />

gloria a Dios. El hombre codicioso hace un dios <strong>de</strong> su dinero; pone en los bienes mundanos su<br />

esperanza, confianza y <strong>de</strong>licia, <strong>la</strong>s que sólo <strong>de</strong>bieran estar en Dios. Los que caen en <strong>la</strong><br />

concupiscencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> carne o en el amor al mundo, no pertenecen al reino <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia, ni irán al reino<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> gloria. Cuando los transgresores más viles se arrepienten y creen el evangelio, llegan a ser hijos<br />

<strong>de</strong> obediencia <strong>de</strong> los cuales se aparta <strong>la</strong> ira <strong>de</strong> Dios. ¿Osaremos tomar a <strong>la</strong> ligera lo que provoca <strong>la</strong> ira<br />

<strong>de</strong> Dios? —Los pecadores, como hombres en tinieb<strong>la</strong>s, van a don<strong>de</strong> no saben que van, y hacen lo<br />

que no saben, pero <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios obra un cambio tremendo en <strong>la</strong>s almas <strong>de</strong> muchos. Andan como<br />

hijos <strong>de</strong> luz, como teniendo conocimiento y santidad. Las obras <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s son infructuosas,<br />

cualquiera sea el provecho <strong>de</strong>l que se jacten, porque terminan en <strong>la</strong> <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l pecador<br />

impenitente. Hay muchas maneras <strong>de</strong> inducir o <strong>de</strong> participar en los pecados ajenos: felicitando,<br />

aconsejando, consintiendo u ocultando. Si participamos con el prójimo en sus pecados, <strong>de</strong>bemos<br />

esperar una participación en sus p<strong>la</strong>gas. Si no repren<strong>de</strong>mos los pecados <strong>de</strong> otros, tenemos comunión<br />

con ellos. —El hombre bueno <strong>de</strong>be avergonzarse <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> lo que a muchos impíos no<br />

avergüenza hacer. No sólo <strong>de</strong>bemos tener <strong>la</strong> noción y <strong>la</strong> visión <strong>de</strong> que el pecado es pecado y<br />

vergonzoso en alguna medida, pero hemos <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rlo como vio<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> <strong>la</strong> santa ley <strong>de</strong> Dios.<br />

Según el ejemplo <strong>de</strong> los profetas y apóstoles <strong>de</strong>bemos l<strong>la</strong>mar a los que están durmiendo y muertos en<br />

pecado para que se <strong>de</strong>spierten y se levantan para que Cristo les dé luz.<br />

Vv. 15—21. Otro remedio contra el pecado es el cuidado o <strong>la</strong> caute<strong>la</strong>, siendo imposible mantener<br />

<strong>de</strong> otro modo <strong>la</strong> pureza <strong>de</strong> corazón y vida. El tiempo es un talento que Dios nos da y se malgasta y se<br />

pier<strong>de</strong> cuando no se usa conforme a su intención. Si hasta ahora hemos <strong>de</strong>sperdiciado el tiempo,<br />

<strong>de</strong>bemos dob<strong>la</strong>r nuestra diligencia para el futuro. ¡Cuán poco piensan los hombres en el momento en<br />

que en su lecho <strong>de</strong> muerte miles redimirían alegres por el precio <strong>de</strong> todo el mundo, pero a qué<br />

vanalida<strong>de</strong>s lo sacrifican diariamente! —La gente es muy buena para quejarse <strong>de</strong> los malos tiempos;<br />

bueno sería si eso los estimu<strong>la</strong>ra más para redimir el tiempo. No seas impru<strong>de</strong>nte. La ignorancia <strong>de</strong><br />

nuestro <strong>de</strong>ber y <strong>la</strong> negligencia con nuestras almas son una muestra <strong>de</strong> <strong>la</strong> necedad más gran<strong>de</strong>. La

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