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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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SALMO VIII<br />

Versículos 1—2. Dios <strong>de</strong>be ser glorificado, por dársenos a conocer. 3—9. Y por hacer que los<br />

cuerpos celestes sean útiles al hombre, poniéndole a él, por eso, un poco más abajo que los ángeles.<br />

Vv. 1, 2. El salmista procura dar a Dios <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong>bida a su nombre. ¡Cuán bril<strong>la</strong>nte reluce esta<br />

gloria aun en este mundo inferior! Es nuestro porque Él nos hizo, nos protege y tiene especial<br />

cuidado <strong>de</strong> nosotros. Su nacimiento, su vida, su ministerio, sus mi<strong>la</strong>gros, su sufrimiento, su muerte,<br />

su resurrección y su ascensión son conocidas en todo el mundo. Ningún nombre es tan universal,<br />

ningún po<strong>de</strong>r e influencia tan generalmente sentida como el <strong>de</strong>l Salvador <strong>de</strong> <strong>la</strong> humanidad. Pero,<br />

¡cuánto más bril<strong>la</strong>nte reluce en el mundo superior! En esta tierra nosotros sólo oímos el excelente<br />

nombre <strong>de</strong> Dios y lo a<strong>la</strong>bamos; pero Él es excelso muy por encima hasta <strong>de</strong> <strong>la</strong> bendición y a<strong>la</strong>banza.<br />

—A veces <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios aparece maravillosamente en los niños pequeños. A veces el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />

Dios hace que pasen cosas grandiosas en su iglesia, por medio <strong>de</strong> instrumentos débiles e<br />

improbables, para que pueda aparecer más evi<strong>de</strong>ntemente que <strong>la</strong> excelencia <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r es <strong>de</strong> Dios y<br />

no <strong>de</strong>l hombre. Él hace esto <strong>de</strong>bido a sus enemigos, para acal<strong>la</strong>rlos.<br />

Vv. 3—9. Tenemos que consi<strong>de</strong>rar los cielos para que el hombre sea así dirigido a poner su<br />

afecto en <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> arriba. ¡Qué es el hombre, criatura tan baja, que es así honrado! ¡Criatura tan<br />

pecadora que <strong>de</strong>ba ser así favorecida! El hombre tiene dominio soberano sobre <strong>la</strong>s criaturas<br />

inferiores, bajo Dios, y es nombrado señor <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Esto se refiere a Cristo. En Hebreos ii, 6–8 el<br />

apóstol muestra para probar el dominio soberano <strong>de</strong> Cristo, que Él es aquel hombre, aquel Hijo <strong>de</strong>l<br />

Hombre, <strong>de</strong>l cual se hab<strong>la</strong> aquí, a quien Dios le ha hecho tener dominio sobre <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> sus<br />

manos. El favor más gran<strong>de</strong> hecho a <strong>la</strong> raza humana fue ejemplificado en el Señor Jesús. Con buena<br />

razón el salmista concluye como empezó: ¡Señor, cuán gran<strong>de</strong> es tu nombre en toda <strong>la</strong> tierra, que ha<br />

sido honrado con <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong>l Re<strong>de</strong>ntor, y todavía es iluminado por su evangelio, y gobernado<br />

por su sabiduría y po<strong>de</strong>r! ¿Qué pa<strong>la</strong>bras pue<strong>de</strong>n alcanzar sus a<strong>la</strong>banzas, <strong>de</strong> Aquel que tiene el<br />

<strong>de</strong>recho a nuestra obediencia por ser nuestro Re<strong>de</strong>ntor?<br />

SALMO IX<br />

Versículos 1—10. David a<strong>la</strong>ba a Dios por proteger a su pueblo. 11—20. Y por causa para a<strong>la</strong>barle.<br />

Vv. 1—10. Si queremos a<strong>la</strong>bar a Dios aceptablemente, <strong>de</strong>bemos a<strong>la</strong>barle con sinceridad, con todo<br />

nuestro corazón. Cuando damos gracias por alguna misericordia en particu<strong>la</strong>r, <strong>de</strong>bemos recordar sus<br />

misericordias anteriores. No <strong>de</strong>bemos regocijarnos en <strong>la</strong> dádiva tanto como en el Dador. Los triunfos<br />

<strong>de</strong>l Re<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong>ben ser los triunfos <strong>de</strong>l redimido. —La omnipotencia <strong>de</strong> Dios es tal que Sus<br />

enemigos más fuertes y empecinados no pue<strong>de</strong>n resistir. Estamos seguros que el juicio <strong>de</strong> Dios es<br />

según verdad y que en Él no hay injusticia. Por fe su pueblo pue<strong>de</strong> acudir a Él como Refugio <strong>de</strong><br />

ellos, y pue<strong>de</strong> confiar en su po<strong>de</strong>r y en su promesa y <strong>de</strong>scansar en Él. Quienes saben que Él es el<br />

Padre eterno, le confiarán sus almas como cuidado principal, y confiarán en Él en todo tiempo, aun<br />

en el final, y por el cuidado constante procurarán ser aprobados por Él en todo el curso <strong>de</strong> sus vidas.<br />

¿Quién es el que no busca a Aquel que nunca ha abandonado a quienes le buscan?<br />

Vv. 11—20. Quienes creen que Dios es para ser gran<strong>de</strong>mente a<strong>la</strong>bado, no sólo <strong>de</strong>sean a<strong>la</strong>barle<br />

mejor; también <strong>de</strong>sean que otros se unan a ellos. Vendrá el día en que se verá que Él no ha olvidado<br />

el c<strong>la</strong>mor <strong>de</strong>l humil<strong>de</strong>, tampoco el grito <strong>de</strong> <strong>la</strong> sangre <strong>de</strong> ellos ni el c<strong>la</strong>mor <strong>de</strong> sus oraciones. —Nunca

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