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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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iniquida<strong>de</strong>s, con el yugo <strong>de</strong> nuestras transgresiones. Cristo, hecho ofrenda <strong>de</strong>l pecado por nosotros,<br />

para librarnos <strong>de</strong> esas ataduras, se sometió a ser atado por nosotros. Debemos nuestra libertad a sus<br />

ataduras: así el Hijo nos hace libres.<br />

Vv. 13—27. Simón Pedro niega a su Maestro. Los <strong>de</strong>talles han sido comentados en los otros<br />

evangelios. El comienzo <strong>de</strong>l pecado es como <strong>de</strong>jar correr el agua. El pecado <strong>de</strong> mentir es un pecado<br />

fértil: una mentira necesita otra para apoyarse, y esa, otra. Si el l<strong>la</strong>mado a exponernos a un peligro es<br />

c<strong>la</strong>ro, po<strong>de</strong>mos esperar que Dios nos dé po<strong>de</strong>r para honrarle; si no es así, po<strong>de</strong>mos temer que Dios<br />

permitirá que seamos avergonzados. Ellos nada dijeron acerca <strong>de</strong> los mi<strong>la</strong>gros <strong>de</strong> Jesús, por los<br />

cuales había hecho tanto bien, y que probaban su doctrina. De esa manera, los enemigos <strong>de</strong> Cristo,<br />

aunque pelean contra <strong>la</strong> verdad, cierran voluntariamente sus ojos ante el<strong>la</strong>. Él ape<strong>la</strong> a los que le oyen.<br />

La doctrina <strong>de</strong> Cristo pue<strong>de</strong> ape<strong>la</strong>r con seguridad a todos los que <strong>la</strong> conocen, y los que juzgan según<br />

verdad dan testimonio <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Nunca <strong>de</strong>be ser apasionado nuestro resentimiento por <strong>la</strong>s injurias. Él<br />

razonó con el hombre que le injurió y nosotros también po<strong>de</strong>mos.<br />

Vv. 28—32. Era injusto mandar a <strong>la</strong> muerte a uno que había hecho tanto bien, por tanto, los<br />

judíos estaban dispuestos a salvarse <strong>de</strong> reproche. Muchos temen más el escándalo que el pecado <strong>de</strong><br />

algo malo. Cristo había dicho que sería entregado a los gentiles y que ellos lo matarían; aquí vemos<br />

que eso se cumplió. Había dicho que sería crucificado, levantado. Si los judíos lo hubieran juzgado<br />

conforme a su ley, le hubieran <strong>la</strong>pidado; <strong>la</strong> crucifixión nunca fue usada por los judíos. Aunque no se<br />

nos haya reve<strong>la</strong>do, está <strong>de</strong>terminado en lo que a nosotros concierne, <strong>de</strong> qué muerte moriremos: esto<br />

<strong>de</strong>biera librarnos <strong>de</strong> <strong>la</strong> inquietud re<strong>la</strong>tiva a ese asunto. Señor, que sea cuándo y cómo hayas<br />

<strong>de</strong>signado.<br />

Vv. 33—40. ¿Eres el Rey <strong>de</strong> los judíos, ese Rey <strong>de</strong> los judíos que ha sido esperado tanto tiempo?<br />

Mesías, el Príncipe, ¿eres tú? ¿Te l<strong>la</strong>mas así y <strong>de</strong>seas que así se piense <strong>de</strong> ti? Cristo respondió esta<br />

pregunta con otra, no por evadir<strong>la</strong>, sino para que Pi<strong>la</strong>to consi<strong>de</strong>rara lo que hizo. Él nunca se tomó<br />

ningún po<strong>de</strong>r terrenal; nunca hubo principios ni costumbres traicioneras atribuidas a Él. —Cristo da<br />

cuenta <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong> su reino. Su naturaleza no es <strong>de</strong> este mundo; es un reino <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los<br />

hombres, insta<strong>la</strong>do en sus conciencias y corazones; sus riquezas son espirituales, su po<strong>de</strong>r es<br />

espiritual, y su gloria es interior. Sus sustentos no son mundanos; sus armas son espirituales; no<br />

necesita ni usa fuerza para mantenerse y avanzar, ni se opone a ningún reino, sino al <strong>de</strong>l pecado y<br />

Satanás. Su objetivo y <strong>de</strong>signio no son mundanos. Cuando Cristo dijo: Yo soy <strong>la</strong> Verdad, dijo<br />

efectivamente Yo soy Rey. Él vence por <strong>la</strong> evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad que convence; Él reina por el<br />

po<strong>de</strong>r autoritativo <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad. Los súbditos <strong>de</strong> este reino son los que son <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad. —Pi<strong>la</strong>to hizo<br />

una buena pregunta cuando dijo, ¿qué es <strong>la</strong> verdad? Cuando escudriñamos <strong>la</strong>s Escrituras y<br />

aten<strong>de</strong>mos al ministerio <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, <strong>de</strong>be ser con esa interrogante, ¿qué es <strong>la</strong> verdad? Y con esta<br />

oración: Guíame a tu verdad; a toda <strong>la</strong> verdad. Sin embargo, muchos <strong>de</strong> los que formu<strong>la</strong>n esta<br />

pregunta no tienen paciencia para perseverar en <strong>la</strong> búsqueda <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad ni tienen <strong>la</strong> humildad<br />

suficiente para recibir<strong>la</strong>. —De esta solemne <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ración <strong>de</strong> <strong>la</strong> inocencia <strong>de</strong> Cristo surge que, aunque<br />

el Señor Jesús fue tratado como el peor <strong>de</strong> los malhechores, nunca mereció ese trato. Pero eso<br />

muestra el objetivo <strong>de</strong> su muerte: que Él murió como Sacrificio por nuestros pecados. Pi<strong>la</strong>to quería<br />

comp<strong>la</strong>cer a ambos bandos y era gobernado más por <strong>la</strong> sabiduría mundana que por <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

justicia. —El pecado es un <strong>la</strong>drón, pero es neciamente escogido por muchos en vez <strong>de</strong> Cristo, que<br />

verda<strong>de</strong>ramente nos enriquece. Propongámonos avergonzar a nuestros acusadores, como lo hizo<br />

Cristo, y cuidémonos <strong>de</strong> volver a crucificar a Cristo.<br />

CAPÍTULO XIX

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