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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Versículos 1—4. Eliú <strong>de</strong>sea <strong>la</strong> atención <strong>de</strong> Job. 5—14. Los métodos con que Dios trata con los<br />

hombres. 15—23. Eliú aconseja a Job. 24—33. Las maravil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> <strong>la</strong> creación.<br />

Vv. 1—4. Eliú sólo sostenía que <strong>la</strong> aflicción fue enviada para probar a Job y que se prolongaba<br />

porque Job no estaba aún cabalmente humil<strong>la</strong>do bajo el<strong>la</strong>. Procura atribuir <strong>la</strong> rectitud a su<br />

Hacedor para ac<strong>la</strong>rar <strong>la</strong> verdad <strong>de</strong> que Dios es justo en todos sus caminos. Ese conocimiento <strong>de</strong>bía<br />

apren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra y <strong>de</strong>l Espíritu <strong>de</strong> Dios, porque nosotros estamos naturalmente enajenados<br />

<strong>de</strong> Él. —El discurso <strong>de</strong> Eliú es a<strong>de</strong>cuado a <strong>la</strong> disputa <strong>de</strong> Job y sus amigos. Seña<strong>la</strong> a Job <strong>la</strong><br />

verda<strong>de</strong>ra razón <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pruebas con que había sido castigado. Le enseña que Dios había actuado<br />

con misericordia con él, y el beneficio espiritual que él iba a <strong>de</strong>rivar. Corrige el error <strong>de</strong> sus amigos<br />

y <strong>de</strong>muestra que <strong>la</strong>s ca<strong>la</strong>mida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Job han sido para bien.<br />

Vv. 5—14. Eliú muestra aquí que Dios actúa como Rey justo. Siempre está dispuesto a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<br />

a los que son heridos. Si nuestro ojo estuviera siempre dirigido a Dios en el <strong>de</strong>ber, su ojo estaría<br />

siempre sobre nosotros con misericordia y, cuando estamos más hundidos, no nos pasaría por alto.<br />

Dios quiere <strong>de</strong>ve<strong>la</strong>rnos pecados pasados cuando nos aflige, y nos los trae a <strong>la</strong> memoria. También,<br />

dispone nuestros corazones para ser enseñados: <strong>la</strong> aflicción hace que <strong>la</strong> gente se disponga a apren<strong>de</strong>r<br />

por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios que obra con el<strong>la</strong> y por el<strong>la</strong>. A<strong>de</strong>más, nos disua<strong>de</strong> <strong>de</strong> pecar en el<br />

futuro. No tener más que ver con el pecado es un mandamiento. —Si servimos fielmente a Dios,<br />

tenemos <strong>la</strong> promesa <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida que es presente y sus conso<strong>la</strong>ciones, en cuanto sea para <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong><br />

Dios y nuestro bien: ¿y quién los <strong>de</strong>searía más aun? Tenemos <strong>la</strong> posesión <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ceres interiores, <strong>la</strong><br />

gran paz que tienen los que aman <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> Dios. Si <strong>la</strong> aflicción no hace su obra los hombres <strong>de</strong>ben<br />

esperar que se caliente el horno hasta que sean consumidos. Quienes mueren sin conocimiento,<br />

mueren sin gracia y están <strong>de</strong>shechos por siempre. Véase <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong> <strong>la</strong> hipocresía; yace en el<br />

corazón: es por el mundo y <strong>la</strong> carne mientras, exteriormente, parece ser por Dios y <strong>la</strong> fe. El caso <strong>de</strong><br />

los pecadores es espantoso, sea que mueran jóvenes o vivan mucho para acumu<strong>la</strong>r ira. Las almas <strong>de</strong><br />

los malos viven <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte, pero en <strong>de</strong>sgracia eterna.<br />

Vv. 15—23. Eliú muestra que Job causó <strong>la</strong> continuidad <strong>de</strong> su propio trastorno. Le advierte que<br />

no persista en su porfía. Hasta los hombres buenos tienen que ser retenidos en su <strong>de</strong>ber por el temor<br />

a <strong>la</strong> ira <strong>de</strong> Dios; los más sabios y los mejores tienen en sí suficiente para merecer su golpe. Job no<br />

<strong>de</strong>be seguir en su injusta discusión con Dios y su provi<strong>de</strong>ncia. Nunca <strong>de</strong>bemos atrevernos a pensar<br />

bien <strong>de</strong>l pecado, no <strong>de</strong>bemos darle el gusto, ni permitirnos pecar. Eliú piensa que Job necesitaba esta<br />

advertencia al haber preferido gratificar su orgullo y humor contendiendo con Dios, más que<br />

mortificarlos sometiéndose y aceptando el castigo. Absurdo es que pensemos enseñarle a Quien es <strong>la</strong><br />

misma Fuente <strong>de</strong> luz, verdad, conocimiento e instrucción. Él enseña por <strong>la</strong> <strong>Biblia</strong> que es el mejor <strong>de</strong><br />

los libros; enseña por su Hijo que es el mejor Maestro. Es justo en todos sus procedimientos.<br />

Vv. 24—33. Eliú se propone llenar a Job con pensamientos elevados <strong>de</strong> Dios y, así, persuadirlo a<br />

que se someta <strong>de</strong> buena gana a su provi<strong>de</strong>ncia. El hombre pue<strong>de</strong> ver <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> Dios y es capaz <strong>de</strong><br />

discernir su mano en el<strong>la</strong>s, cosa que <strong>la</strong>s bestias no, por tanto, ellos <strong>de</strong>ben dar a Él <strong>la</strong> gloria. Pero<br />

mientras el hacedor <strong>de</strong> iniquidad <strong>de</strong>be temb<strong>la</strong>r, el creyente <strong>de</strong>be regocijarse. Los niños <strong>de</strong>ben oír con<br />

p<strong>la</strong>cer <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> su padre, aun cuando él hable en el terror a sus enemigos. No hay luz, pero pue<strong>de</strong><br />

que haya una nube interceptándo<strong>la</strong>. La luz <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> Dios, <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> su rostro, <strong>la</strong> luz más bendita<br />

<strong>de</strong> todas, hasta esa luz pue<strong>de</strong> tener muchas nubes. Las nubes <strong>de</strong> nuestros pecados hacen que el Señor<br />

esconda su rostro e impida que <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> su amante bondad brille sobre nuestras almas.<br />

CAPÍTULO XXXVII

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