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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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vieron obligados a trabajar mucho para que ninguno fuera jamás hal<strong>la</strong>do en ellos. Todas <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>gas<br />

infligidas a los egipcios se referían a sus crímenes nacionales o fueron agravadas particu<strong>la</strong>rmente por<br />

sus costumbres. Los magos trataron <strong>de</strong> imitar<strong>la</strong>s pero no pudieron. Los forzó a confesar: ¡Este es el<br />

<strong>de</strong>do <strong>de</strong> Dios! Los controles y <strong>la</strong>s restricciones que se nos imponen <strong>de</strong>ben venir necesariamente <strong>de</strong><br />

un po<strong>de</strong>r divino. Tar<strong>de</strong> o temprano, Dios forzará aun a los enemigos a reconocer su po<strong>de</strong>r. A pesar<br />

<strong>de</strong> esto, Faraón se ponía más obstinado.<br />

Vv. 20—32. Faraón iba temprano a sus falsas <strong>de</strong>vociones al río; y ¿nosotros dormiremos más y<br />

seguiremos adormecidos cuando <strong>de</strong>be hacerse un servicio al Señor? —Los egipcios y los hebreos<br />

iban a ser distinguidos en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> <strong>la</strong>s moscas. El Señor conoce a los que son suyos y, quizás en<br />

este mundo, pero seguro en el otro, hará evi<strong>de</strong>nte que los ha apartado para sí. —Faraón, sin quererlo,<br />

hizo un tratado con Moisés y Aarón. Se contenta con que ellos hagan sacrificios a su Dios, siempre<br />

que lo hagan en <strong>la</strong> tierra <strong>de</strong> Egipto. Pero sería una abominación ante Dios que ofrecieran sacrificios<br />

egipcios; y sería una abominación para los egipcios si ellos ofrecieran a Dios objetos <strong>de</strong> adoración <strong>de</strong><br />

los egipcios, a saber, sus becerros o bueyes. Los que ofrecen un sacrificio aceptable a Dios, <strong>de</strong>ben<br />

apartarse <strong>de</strong> los impíos y profanos. También <strong>de</strong>ben apartarse <strong>de</strong>l mundo. Israel no podía clebrar una<br />

fiesta <strong>de</strong> Jehová entre los hornos para cocer <strong>la</strong>drillos o entre <strong>la</strong>s ol<strong>la</strong>s <strong>de</strong> carne <strong>de</strong> Egipto. Debían<br />

hacer los sacrificios como Dios manda, no <strong>de</strong> otro modo. Aunque eran esc<strong>la</strong>vos <strong>de</strong> Faraón, no<br />

obstante, tenían que obe<strong>de</strong>cer los mandamientos <strong>de</strong> Dios. Faraón consiente que vayan al <strong>de</strong>sierto,<br />

con tal que no vayan muy lejos, para po<strong>de</strong>r traerlos <strong>de</strong> vuelta. Así, pues, algunos pecadores, en un<br />

ataque <strong>de</strong> convicción, se apartan <strong>de</strong> sus pecados, aunque no se alejan mucho, para que cuando pase<br />

el miedo, po<strong>de</strong>r volver nuevamente a ellos. —Moisés prometió eliminar <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga. Pero que Faraón no<br />

vuelva a hacer tratos engañosos. No os engañéis, Dios no pue<strong>de</strong> ser bur<strong>la</strong>do: si pensamos engañar a<br />

Dios con un arrepentimiento fingido y una falsa rendición a Él, ponemos un engaño fatal sobre<br />

nuestra alma. —Faraón volvió a endurecerse. Las lujurias que gobiernan al hombre rompen los <strong>la</strong>zos<br />

más firmes y hacen que los hombres sean presumidos y no cump<strong>la</strong>n su pa<strong>la</strong>bra. Muchos parecen<br />

sinceros, pero hay una reserva, algún pecado secreto muy amado. No tienen <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong><br />

consi<strong>de</strong>rarse como que corren el riesgo <strong>de</strong> <strong>la</strong> miseria eterna. Se refrenarán <strong>de</strong> otros pecados; hacen<br />

mucho, dan mucho y hasta se castigan mucho. Dejarán el pecado a veces y, es como si <strong>de</strong>jaran que<br />

su pecado se vaya un poco <strong>de</strong> tiempo, pero no se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n a terminar <strong>de</strong>l todo para seguir a Cristo<br />

llevando <strong>la</strong> cruz. En vez <strong>de</strong> eso, lo arriesgan todo. Sienten pesar, pero se alejan <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong>cididos a<br />

conservar el mundo presente, y esperan, un futuro, cuando puedan obtener <strong>la</strong> salvación sin<br />

sacrificios tan costosos; pero, finalmente, el pobre pecador es arrastrado por su impiedad y se queda<br />

sin esperanzas, para <strong>la</strong>mentar su necedad.<br />

CAPÍTULO IX<br />

Versículos 1—7. Mortandad en el ganado. 8—12. La p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> forúnculos y úlceras. 13—21.<br />

Anuncio <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong>l granizo. 22—35. La p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong>l granizo.<br />

Vv. 1—7. Dios quiere que Israel sea liberado; Faraón se opone, y está en juego <strong>de</strong> quién es <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra que prevalecerá. La mano <strong>de</strong>l Señor cae <strong>de</strong> inmediato sobre el ganado, mucho <strong>de</strong>l cual,<br />

algunos <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses, muere por un tipo infeccioso <strong>de</strong> enfermedad. Esto fue una gran pérdida<br />

para sus dueños; ellos habían empobrecido a Israel y, ahora, Dios los empobrecía a ellos. Debe verse<br />

<strong>la</strong> mano <strong>de</strong> Dios aun en <strong>la</strong> enfermedad y <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong>l ganado, porque no cae un gorrión a tierra sin<br />

<strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> nuestro Padre. Nada <strong>de</strong>l ganado <strong>de</strong> los israelitas moriría; el Señor iba a marcar <strong>la</strong><br />

diferencia. El ganado murió. Los egipcios adoraban a su ganado. Lo que nosotros ido<strong>la</strong>tramos Dios<br />

consi<strong>de</strong>ra justo quitárnoslo. —Este tirano orgulloso y cruel opresor merecía un trato ejemp<strong>la</strong>r <strong>de</strong>

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