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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 1—19. No fue <strong>la</strong> cárcel lo que tanto entristeció al copero y al pana<strong>de</strong>ro como sus sueños. Dios<br />

tiene más <strong>de</strong> un camino para entristecer los espíritus. José tuvo compasión <strong>de</strong> ellos. Que nos<br />

interesemos por <strong>la</strong> tristeza <strong>de</strong> los rostros <strong>de</strong> nuestros hermanos. Para los que tienen problemas a<br />

menudo es un alivio el ser notados. A<strong>de</strong>más, aprendamos a mirar <strong>la</strong> causa <strong>de</strong> nuestro propio pesar.<br />

¿Hay una buena razón? ¿No hay suficiente consuelo para equilibrar<strong>la</strong>, cualquiera sea? ¿Por qué estás<br />

abatida, oh alma mía? José tuvo cuidado <strong>de</strong> dar <strong>la</strong> gloria a Dios. El sueño <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> los coperos<br />

anunciaba su ascenso. El sueño <strong>de</strong>l pana<strong>de</strong>ro jefe, su muerte. No era culpa <strong>de</strong> José que no le llevara<br />

al pana<strong>de</strong>ro mejores noticias. Así, los ministros solo son intérpretes; ellos no pue<strong>de</strong>n hacer que <strong>la</strong>s<br />

cosas sean distintas <strong>de</strong> lo que son: si se conducen con fi<strong>de</strong>lidad y su mensaje resulta <strong>de</strong>sagradable, no<br />

es culpa <strong>de</strong> ellos. —José no piensa en sus hermanos que lo vendieron; tampoco en el mal que su ama<br />

y su amo le hicieron sino que mansamente afirma su inocencia. Cuando somos l<strong>la</strong>mados a<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong>bemos evitar cuidadosamente, en lo posible, hab<strong>la</strong>r mal <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más. Contentémonos<br />

con <strong>de</strong>mostrar nuestra inocencia y no reprochemos a los <strong>de</strong>más su culpa.<br />

Vv. 20—23. La interpretación que José dio a los sueños sucedió en el día fijado. En el<br />

cumpleaños <strong>de</strong>l faraón todos sus siervos le atendían y entonces fueron revisados los casos <strong>de</strong> los dos.<br />

Todos po<strong>de</strong>mos fijarnos en nuestro cumpleaños provechosamente, con gratitud por <strong>la</strong>s misericordias<br />

<strong>de</strong> nuestro nacimiento, tristeza por el pecado <strong>de</strong> nuestra vida y con <strong>la</strong> expectativa <strong>de</strong> que el día <strong>de</strong><br />

nuestra muerte, sea mejor que el día <strong>de</strong> nuestro nacimiento. Pero parece raro que <strong>la</strong> gente mundana,<br />

tan aficionada a vivir aquí, <strong>de</strong>ba regocijarse al final <strong>de</strong> cada año <strong>de</strong> su corta expectativa <strong>de</strong> vida. El<br />

cristiano tiene razón para alegrarse por haber nacido, <strong>de</strong> irse acercando al final <strong>de</strong> su pecado y pesar,<br />

y a su eterna felicidad. —El jefe <strong>de</strong> los coperos no se acordó <strong>de</strong> José, sino que lo olvidó. José<br />

hubiera merecido algo mejor <strong>de</strong> él pero lo olvidó. No <strong>de</strong>bemos pensar que es raro si en este mundo<br />

nos <strong>de</strong>vuelven odio por nuestro amor y dardos por nuestra bondad. Véase cuán dados a olvidarse <strong>de</strong><br />

los <strong>de</strong>más que están en problemas son los que ahora están bien. José aprendió, por su <strong>de</strong>sengaño, a<br />

confiar únicamente en Dios. Nosotros nunca po<strong>de</strong>mos esperar <strong>de</strong>masiado poco <strong>de</strong>l hombre ni<br />

<strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> Dios. —No olvi<strong>de</strong>mos los sufrimientos, <strong>la</strong>s promesas y el amor <strong>de</strong> nuestro Re<strong>de</strong>ntor.<br />

Culpamos <strong>la</strong> ingratitud <strong>de</strong>l copero jefe para con José pero nosotros mismos actuamos mucho más<br />

ingratamente para con el Señor Jesús. José apenas había anunciado el ascenso <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> los coperos<br />

pero Cristo produjo el nuestro; Él intercedió con el Rey <strong>de</strong> reyes por nosotros, pero nosotros lo<br />

olvidamos, aunque a menudo se nos hace recordarlo y a pesar <strong>de</strong> haber prometido no olvidarle<br />

nunca. Así <strong>de</strong> mal le pagamos, como gente necia e impru<strong>de</strong>nte.<br />

CAPÍTULO XLI<br />

Versículos 1—8. Los sueños <strong>de</strong>l faraón. 9—32. José interpreta los sueños <strong>de</strong>l faraón. 33—45. El<br />

consejo <strong>de</strong> José—Ascendido a un alto cargo. 46—57. Los hijos <strong>de</strong> José—El comienzo <strong>de</strong>l<br />

hambre.<br />

Vv. 1—8. El medio <strong>de</strong> José para ser liberado <strong>de</strong> <strong>la</strong> prisión fueron los sueños <strong>de</strong>l faraón, que aquí se<br />

re<strong>la</strong>tan. Ahora que Dios ya no hab<strong>la</strong> más <strong>de</strong> esa manera, no importa hagamos poco caso <strong>de</strong> los<br />

sueños o los contemos. Contar sueños necios no pue<strong>de</strong> ser mejor que hab<strong>la</strong>r neceda<strong>de</strong>s. Pero estos<br />

sueños evi<strong>de</strong>ntemente habían sido enviados por Dios; cuando el faraón <strong>de</strong>spertó, su espíritu estaba<br />

perturbado.<br />

Vv. 9—32. El tiempo <strong>de</strong> Dios para el crecimiento <strong>de</strong> su pueblo es el tiempo más a<strong>de</strong>cuado. Si el<br />

jefe <strong>de</strong> los coperos hubiera logrado que José fuera liberado <strong>de</strong> <strong>la</strong> cárcel, probablemente éste hubiera<br />

regresado a <strong>la</strong> tierra <strong>de</strong> los hebreos. Entonces no hubiera sido ben<strong>de</strong>cido tanto ni tampoco hubiera

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