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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Versículos 1—8. Los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> los enemigos <strong>de</strong> Israel. 9—18. Oración ferviente por <strong>la</strong> <strong>de</strong>rrota<br />

<strong>de</strong> ellos.<br />

Vv. 1—8. A veces parece que Dios no se interesa por el trato injusto <strong>de</strong> su pueblo, pero entonces<br />

po<strong>de</strong>mos invocarlo, como aquí el salmista. Todos los malos son enemigos <strong>de</strong> Dios, especialmente<br />

los perseguidores malvados. El pueblo <strong>de</strong>l Señor son sus protegidos; el mundo no los conoce. Él lo<br />

pone bajo su protección especial. ¿Actúan los enemigos <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia con unanimidad para <strong>de</strong>struir<strong>la</strong>,<br />

y no se unirán los amigos <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia? Los malos <strong>de</strong>sean que no haya religión en <strong>la</strong> humanidad.<br />

Ellos se alegrarían <strong>de</strong> ver sueltos todos sus frenos y cortados a todos los que predican, profesan o<br />

practican <strong>la</strong> fe. Ellos quisieran hacer que esto sucediera si estuviera en su po<strong>de</strong>r. Los enemigos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

iglesia <strong>de</strong> Dios siempre han sido muchos: esto magnifica el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Señor al preservar para sí <strong>la</strong><br />

iglesia en el mundo.<br />

Vv. 9—18. Todos los que se oponen al reinado <strong>de</strong> Cristo pue<strong>de</strong>n leer aquí su con<strong>de</strong>na. Dios<br />

todavía es el mismo que siempre fue; el mismo para su pueblo; y el mismo contra los enemigos <strong>de</strong> Él<br />

y <strong>de</strong> ellos. Dios hará que los enemigos sean como una rueda: inestables en todos sus consejos y<br />

resoluciones. No sólo los <strong>de</strong>ja que sean llevados lejos como paja, sino que sean quemados como<br />

paja: ese será el final <strong>de</strong> los malos. —Que teman tu nombre y, quizá, eso los guíe a buscar tu<br />

nombre. No <strong>de</strong>seamos confusión para nuestros enemigos y perseguidores, sino lo que pueda<br />

a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntar <strong>la</strong> conversión <strong>de</strong> ellos. La tormenta tempestuosa <strong>de</strong> <strong>la</strong> venganza divina los ap<strong>la</strong>stará si no<br />

se arrepienten y buscan <strong>la</strong> misericordia perdonadora <strong>de</strong> su Señor ofendido. —Los triunfos <strong>de</strong> Dios<br />

sobre sus enemigos prueban c<strong>la</strong>ramente que Él es, según su nombre Jehová, el Ser Todopo<strong>de</strong>roso<br />

que tiene todo po<strong>de</strong>r y perfección en sí. Temamos su ira y rindámonos para ser sus siervos<br />

voluntarios. Busquemos <strong>la</strong> liberación <strong>de</strong>struyendo <strong>la</strong>s lujurias carnales que batal<strong>la</strong>n contra el alma.<br />

SALMO LXXXIV<br />

Versículos 1—7. El salmista expresa su afecto por <strong>la</strong>s or<strong>de</strong>nanzas <strong>de</strong> Dios. 8—12. Su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>l<br />

Dios <strong>de</strong> <strong>la</strong>s or<strong>de</strong>nanzas.<br />

Vv. 1—7. Las or<strong>de</strong>nanzas <strong>de</strong> Dios son el so<strong>la</strong>z <strong>de</strong>l creyente en este mundo vil; él disfruta en el<strong>la</strong>s <strong>la</strong><br />

presencia <strong>de</strong>l Dios vivo: esto le hace <strong>la</strong>mentar el estar ausente <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Son para su alma como el<br />

nido para el ave. Sin embargo, son sólo un anticipo <strong>de</strong> <strong>la</strong> felicidad <strong>de</strong>l cielo; pero, ¿cómo pue<strong>de</strong>n<br />

tener <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> entrar en esa santa habitación los hombres que se quejan <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s or<strong>de</strong>nanzas<br />

divinas son tediosas? —Son verda<strong>de</strong>ramente felices los que siguen a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte en el ejercicio <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

religión en el po<strong>de</strong>r y gracia <strong>de</strong> Jesucristo, <strong>de</strong> quien es toda nuestra suficiencia. Pue<strong>de</strong> que los<br />

peregrinos a <strong>la</strong> ciudad celestial tengan que pasar por más <strong>de</strong> un valle <strong>de</strong> lágrimas y más <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>sierto agreste, pero se les abrirán pozos <strong>de</strong> salvación y les enviarán conso<strong>la</strong>ciones para su sustento.<br />

Los que prosiguen a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte en su carrera cristiana encontrarán que Dios agrega gracia a sus gracias.<br />

Y los que crecen en <strong>la</strong> gracia serán perfectos en gloria.<br />

Vv. 8—12. En todas nuestras conversaciones con Dios <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>sear que mire a Cristo, su<br />

Ungido y nos acepte por medio <strong>de</strong> Él: <strong>de</strong>bemos mirarlo con fe y, entonces, Dios mirará<br />

favorablemente <strong>la</strong> faz <strong>de</strong>l Ungido: nosotros, sin Él, no nos atrevamos a mostrar nuestro rostro. —El<br />

salmista arguye amor por <strong>la</strong>s or<strong>de</strong>nanzas <strong>de</strong> Dios. Contemos como mejor un día en los atrios <strong>de</strong> Dios<br />

que mil pasados en otra parte; y consi<strong>de</strong>remos el lugar más bajo en su servicio preferible al puesto<br />

más elevado <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra. —Aquí estamos en <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s, pero si Dios es nuestro Dios, será un Sol<br />

que nos ilumina y nos vivifica, para guiarnos y dirigirnos. Aquí estamos en peligro, pero Él será un

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