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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 105<br />

Capítulo VI<br />

Que ahora el lector, sobrevolando un breve periodo de tiempo,<br />

penetre en nuestro feliz círculo. Adrian, Idris y yo nos establecimos<br />

en el castillo de Windsor. Lord Raymond y mi hermana se<br />

instalaron en una mansión que éste había construido al borde del<br />

Gran Parque, cerca de la casa de Perdita, como seguíamos llamando<br />

a aquella morada de techo bajo donde tanto ella como yo,<br />

pobres incluso en esperanzas, habíamos recibido la confirmación<br />

de nuestra felicidad respectiva. Manteníamos ocupaciones distintas<br />

pero compartíamos diversiones. A veces pasábamos jornadas<br />

enteras bajo el follaje del bosque, que era nuestro palio, en compañía<br />

de nuestros libros y nuestra música. Ocurría sobre todo en<br />

los días, excepcionales en nuestro país, en que el sol erige su trono<br />

etéreo en un cielo sin nubes, y reina sobre una atmósfera sin<br />

viento, apacible como un baño de aguas cristalinas y serenas, envolviendo<br />

con su tranquilidad todos los sentidos. Cuando las nubes<br />

velaban el cielo y el viento las esparcía por él, rasgando sus<br />

hebras y esparciendo sus fragmentos a través de las llanuras aéreas,<br />

salíamos a caballo en busca de nuevos lugares de belleza y<br />

reposo. Y cuando las frecuentes lluvias nos obligaban a permanecer<br />

en casa, el esparcimiento de las noches seguía al estudio<br />

diurno, de la mano de la música y las canciones. Idris poseía un<br />

talento musical innato, y su voz, cultivada con esmero, sonaba<br />

dulce y poderosa. Raymond y yo participábamos en el concierto,<br />

mientras que Adrian y Perdita asistían a él como público entregado.<br />

Por aquel entonces éramos felices como insectos de verano,<br />

juguetones como niños. Siempre nos recibíamos con la sonrisa en<br />

los labios y leíamos la alegría y la dicha en los semblantes de los<br />

demás. Nuestras mejores fiestas se celebraban en casa de Perdita,<br />

y nunca nos cansábamos de hablar del pasado ni de soñar con el<br />

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