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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 247<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

y ahora sus aspiraciones traerán el bien en vez del mal. Los países<br />

favorecidos del sur se liberarán del yugo de la servidumbre; la<br />

pobreza nos abandonará y, con ella, la enfermedad. ¿Qué no han<br />

de lograr las fuerzas, nunca hasta ahora unidas, de la libertad y la<br />

paz, en la morada del <strong>hombre</strong>?<br />

–¡Sueños, siempre sueños, Windsor! –exclamó Ryland, antiguo<br />

adversario de Raymond y candidato al Protectorado en las<br />

elecciones que ya estaban próximas–. Tenga por seguro que la tierra<br />

no es el cielo, ni lo será nunca, y que las semillas del infierno<br />

son consustanciales a su suelo. Cuando las estaciones se igualen,<br />

cuando el aire no nos traiga desórdenes, cuando su superficie no<br />

dependa de cosechas perdidas y sequías, sólo entonces desaparecerá<br />

la enfermedad. Cuando mueran las pasiones del <strong>hombre</strong>, la<br />

pobreza desaparecerá. Cuando el odio no se iguale al amor, existirá<br />

la fraternidad entre los <strong>hombre</strong>s. Aún nos encontramos muy<br />

lejos de ese estado.<br />

–No tanto como usted supone –observó un viejo astrónomo<br />

de corta estatura llamado Merrival–. Los polos avanzan lenta<br />

pero constantemente. En unos cientos de miles de años...<br />

–Ya estaremos todos bajo tierra –le interrumpió Ryland.<br />

–<strong>El</strong> eje de la tierra coincidirá con el de la elíptica –prosiguió el<br />

astrónomo–, se producirá una primavera universal y la tierra será<br />

un paraíso.<br />

–Y todos, claro está, nos beneficiaremos del cambio –observó<br />

Ryland, desdeñoso.<br />

–Qué noticia más extraña –intervine yo, con un periódico<br />

abierto entre las manos. Como de costumbre, me había interesado<br />

por las noticias que llegaban de Grecia–. Parece que la destrucción<br />

total de Constantinopla, y la suposición de que el invierno<br />

había purificado el aire de la ciudad caída, alentaron a los<br />

griegos a visitar el lugar e iniciar su reconstrucción. Pero nos<br />

cuentan que la maldición de Dios permanece en el lugar, pues todos<br />

los que se han aventurado en él han sido atacados por la peste;<br />

que la enfermedad se ha propagado por Tracia y Macedonia;<br />

y que ahora, por temor a la virulencia de la infección en los meses<br />

de calor, se ha trazado un cordón sanitario en las fronteras de<br />

Tesalia y se ha decretado una cuarentena estricta.<br />

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