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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 70<br />

Mary Shelley<br />

bargo no me cabía duda de que el amor que sentía por ella era el<br />

causante de las dudas que mostraba. ¿Y quién era más digna de<br />

amor que mi hermana, aquella mujer de nobles pensamientos?<br />

¿Quién merecía la mano de ese autoproclamado rey más que ella,<br />

cuya mirada pertenecía a una reina de naciones, que lo amaba<br />

como él la amaba? A pesar de ello, la decepción asfixiaba la pasión<br />

de Perdita, y la ambición libraba un duro combate con la de<br />

Raymond.<br />

Acudimos juntos al Parlamento aquella noche. Raymond, a<br />

pesar de saber que sus planes e ideas se discutirían y decidirían<br />

durante el debate previsto, se mostraba alegre y despreocupado.<br />

Un rumor como el causado por diez mil panales de abejas zumbadoras<br />

nos sorprendió cuando entramos en el salón del café.<br />

Corrillos de políticos de expresión nerviosa conversaban con voz<br />

grave y profunda. Los miembros del Partido Aristocrático, formado<br />

por las personas más ricas e influyentes de Inglaterra, parecían<br />

menos alterados que los demás, pues la cuestión iba a<br />

discutirse sin su intervención. Junto a la chimenea se hallaban<br />

Ryland y sus partidarios. Ryland era un <strong>hombre</strong> de origen incierto<br />

e inmensa fortuna, heredada de su padre, que había sido fabricante.<br />

De joven había sido testigo de la abdicación del rey, así<br />

como de la unión de las dos cámaras, la Casa de los Lores y la de<br />

los Comunes. Había simpatizado con aquellos movimientos populares<br />

y había dedicado su vida y sus esfuerzos a consolidarlos<br />

y extenderlos. Desde entonces la influencia de los terratenientes<br />

había aumentado; en un primer momento Ryland no observaba<br />

con preocupación las maquinaciones de lord Raymond, que atraían<br />

a muchos de sus oponentes. Pero las cosas estaban llegando<br />

demasiado lejos. La nobleza empobrecida reclamaba el retorno<br />

de la monarquía, considerando que ello les devolvería su poder y<br />

sus derechos perdidos. <strong>El</strong> espíritu medio extinto de la realeza resurgía<br />

en las mentes de los <strong>hombre</strong>s que, esclavos voluntarios, sujetos<br />

hechos y derechos, estaban dispuestos a dejarse uncir el<br />

yugo. Quedaban todavía algunos espíritus rectos y viriles, que<br />

eran los pilares del Estado. Pero la palabra «república» había perdido<br />

frescura al oído vulgar y muchos –el acto de esa noche demostraría<br />

si eran mayoría– añoraban el oropel y el boato de la<br />

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