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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 152<br />

Mary Shelley<br />

de los insultos. Observó de nuevo el anillo, con un pequeño rubí<br />

engarzado cuya forma se asemejaba a un corazón, y que ella misma<br />

le había regalado. Observó la letra del mensaje, que le resultaba<br />

inconfundible, y repitió sus palabras para sus adentros: «Te<br />

ordeno, te ruego, que no permitas que los invitados se extrañen<br />

de mi ausencia.» Mientras, la vieja arpía seguía hablando y le llenaba<br />

la cabeza de una mezcla rara de verdades y mentiras. Finalmente<br />

Perdita le pidió que se retirara.<br />

La pobre muchacha regresó a la reunión, donde su ausencia<br />

no había sido advertida. Buscó refugio en un rincón algo apartado,<br />

y apoyándose en una columna decorativa trató de recobrar<br />

la compostura. Se sentía paralizada. Posó la vista en las<br />

flores de un jarrón tallado. <strong>El</strong>la misma las había dispuesto allí<br />

por la mañana, flores preciosas y exóticas. Incluso ahora, abrumada<br />

como estaba, observaba sus colores brillantes, sus formas<br />

angulosas.<br />

–¡Divina encarnación del espíritu de la belleza! –exclamó–.<br />

No os marchitéis ni os lamentéis. Que la desesperanza que oprime<br />

mi corazón no se os contagie. ¿Por qué no seré yo partícipe de<br />

vuestra insensibilidad, de vuestro sosiego?<br />

Se detuvo. «Y ahora, a mis tareas –prosiguió mentalmente–.<br />

Mis invitados no deben percatarse de la verdad, ni en lo que concierne<br />

a él ni en lo que concierne a mí. Obedezco. Nadie sabrá<br />

nada, aunque caiga muerta apenas el <strong>último</strong> de los asistentes<br />

abandone el palacio. <strong>El</strong>los contemplarán los antípodas de lo que<br />

es real, pues yo, ante ellos, apareceré viva, cuando en verdad estoy...<br />

muerta.» Tuvo que hacer acopio de toda su presencia de<br />

ánimo para reprimir las lágrimas que aquella idea le provocaba.<br />

Lo logró tras mucho esfuerzo, y se volvió para reunirse con los<br />

demás.<br />

Todo su empeño se concentraba ahora en camuflar su conflicto<br />

interior. Debía representar el papel de la anfitriona atenta; departir<br />

con todos los presentes; brillar como llama de alegría y<br />

gracia. Debía hacerlo aunque en su profunda aflicción ansiaba<br />

verse sola, y habría cambiado gustosamente los salones atestados<br />

por los recodos más umbríos de algún bosque, por un lúgubre<br />

monte engullido por las tinieblas. A pesar de ello, se mostraba<br />

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