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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 305<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

diante la sistematización de sus ideas y el perfeccionamiento de<br />

sus opiniones, incrementar tanto la eficacia como el uso de éstas<br />

entre los habitantes de su misma aldea. En aquellas elecciones<br />

reales y espontáneas se producían muchos cambios: los derrocamientos<br />

y las abdicaciones eran frecuentes, y en lugar de los viejos<br />

y prudentes se destacaban los ardorosos jóvenes, ávidos de acción<br />

e ignorantes del peligro. Y también sucedía a menudo que la<br />

voz a la que todos atendían se silenciaba de pronto, la mano tendida<br />

se cerraba, lo mismo que los ojos, y los aldeanos temían aún<br />

más una muerte que había escogido aquella víctima, que había<br />

enviado a la tumba aquel corazón que había latido por ellos,<br />

reduciendo a la incomunicación irreversible una mente siempre<br />

ocupada de su bienestar.<br />

Quien trabaja por los demás suele encontrarse con que la ingratitud,<br />

regada por el vicio y la locura, brota del grano que él ha<br />

sembrado. La muerte, que en nuestra juventud hollaba la tierra<br />

como «ladrón en la noche»,* alzándose de su bóveda subterránea,<br />

ungida de poder, haciendo ondear el negro estandarte, avanzaba<br />

conquistadora. Muchos veían, sentada sobre el trono de su virreinato,<br />

a la suprema Providencia, que dirigía sus huestes y guiaba su<br />

avance, e inclinaban la cabeza en señal de resignación, o al menos<br />

de obediencia. Otros percibían sólo una casualidad pasajera,<br />

preferían la despreocupación al temor y se entregaban a la vida licenciosa<br />

para evitar los aguijonazos del peor de los temores. Y así,<br />

mientras los sabios, los buenos y los prudentes se ocupaban en tareas<br />

de bondad, la tregua del invierno causaba otros efectos en<br />

los jóvenes, los inconscientes y los viciosos. Durante los meses<br />

más fríos, muchas personas se trasladaron a Londres en busca de<br />

diversión; la opinión pública se relajó. Muchos, hasta entonces<br />

pobres, se hacían ricos; eran multitud los que habían perdido a sus<br />

padres, los custodios de su moral, sus mentores, sus frenos. Hubiera<br />

resultado inútil oponerse a aquellos impulsos poniendo barreras,<br />

que sólo habrían servido para lograr que quienes los sentían<br />

se entregaran a indulgencias aún más perniciosas. Los teatros<br />

seguían abiertos y se veían siempre atestados; los bailes y las fies-<br />

* Tesalonicenses I, 5:2. (N. del T.)<br />

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