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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 68<br />

Mary Shelley<br />

bernaría a mí, no al que yo pueda gobernar. Idris es una joven<br />

amable, dulce y hermosa. Es imposible no sentir afecto por ella, y<br />

el que yo le tengo es sincero. Pero no me hables de amor, de ese tirano<br />

que somete al tirano; el amor, hasta ahora mi conquistador,<br />

es hoy mi esclavo. <strong>El</strong> fuego hambriento, la bestia indomable, la<br />

serpiente de afilados colmillos... No, no, no quiero saber nada de<br />

ese amor. Y dime, Lionel, ¿consientes tú que me case con la joven?<br />

Posó sus ojos vivaces en mí, y mi corazón, incontrolable, dio<br />

un vuelco en mi pecho. Le respondí con voz sosegada, aunque la<br />

imagen que mis palabras conformaban careciera de todo sosiego.<br />

–¡Nunca! Jamás consentiré que lady Idris se una a alguien que<br />

no la ama.<br />

–Porque la amas tú.<br />

–Puedes ahorrarte la burla. Yo no la amo, no me atrevo.<br />

–Al menos –prosiguió él, altivo–, ella no te ama a ti. No me<br />

casaría con una soberana a menos que supiera sin duda que su<br />

corazón es libre. Pero, ¡Lionel! La palabra reino es poder, y los<br />

términos que componen el estilo de la realeza se presentan con<br />

sonidos amables. ¿Acaso no eran reyes los <strong>hombre</strong>s más poderosos<br />

de la antigüedad? Alejandro lo era. Salomón, el más sabio entre<br />

los <strong>hombre</strong>s, lo era también. Napoleón fue rey. César murió<br />

en su empeño de llegar a serlo, y Cromwell, el puritano y asesino<br />

de un monarca, aspiraba a la corona. <strong>El</strong> padre de Adrian ostentó<br />

el cetro de Inglaterra, ya roto. Pero yo devolveré a la vida el árbol<br />

caído, uniré sus piezas separadas y lo ensalzaré por sobre todas<br />

las flores del campo... No debe extrañarte que te haya revelado libremente<br />

el paradero de Adrian. No supongas que soy malvado<br />

o que estoy tan loco como para fundar mi soberanía sobre un<br />

fraude, y menos si la verdad o la falsedad sobre la locura del conde<br />

puede saberse tan fácilmente. Yo mismo acabo de estar con él.<br />

Antes de decidir mi matrimonio con Idris, he decidido ir a verle<br />

una vez más para dilucidar si su restablecimiento resulta probable.<br />

Pero su locura es irreversible.<br />

Aspiré hondo.<br />

–No te revelaré –prosiguió Raymond–, los detalles de su melancolía.<br />

Tú mismo los verás y juzgarás a partir de ellos. Aunque<br />

me temo que esa visita, que a él va a serle del todo inútil, ha de<br />

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