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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 317<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

duff, concentrado en su papel y ajeno a la absoluta identificación<br />

del público, exclamaba con pasión bien interpretada:<br />

¿Todos mis queridos pequeños?<br />

¿Has dicho todos? ¡Oh, milano infernal!<br />

¿Todos? ¿Qué, todos mis lindos polluelos,<br />

y su madre, bajo su garra feroz?*<br />

Una punzada de dolor irrefrenable encogió todos los corazones,<br />

y de todos los labios brotó un sollozo de desesperación. Yo<br />

también me había dejado arrastrar por el sentimiento general,<br />

había sido absorbido por los terrores de Ross. Así, también yo reproduje<br />

el lamento de Macduff, y al punto salí de allí como de un<br />

infierno de tortura, para hallar sosiego en contacto con el frescor<br />

del aire, bajo los árboles mudos.<br />

Pero ni el aire era fresco ni los árboles callaban. ¡Cómo habría<br />

querido en ese instante gozar del consuelo de la madre Naturaleza,<br />

al sentir que mi corazón herido recibía entonces otra estocada,<br />

en esta ocasión en forma de la algarabía despreocupada que<br />

provenía de la taberna y de la visión de los borrachos que se dirigían<br />

tambaleantes hacia sus casas, olvidado el recuerdo de lo<br />

que hallarían en ella, y de los saludos más escandalosos de los seres<br />

melancólicos para quienes la palabra «hogar» no era más que<br />

una burla! Me alejé de allí lo más rápido que pude hasta que, sin<br />

saber cómo, me encontré en las inmediaciones de la abadía de<br />

Westminster y me sentí atraído por el sonido grave y prolongado<br />

de un órgano. Entré con temor reverencial en el presbiterio iluminado,<br />

escuchando los solemnes cánticos religiosos que hablaban<br />

de paz y esperanza para los desventurados. Las notas, cargadas<br />

de las plegarias eternas de los <strong>hombre</strong>s, resonaban en las altas<br />

naves, y un bálsamo celestial bañaba las heridas sangrantes del<br />

alma. A pesar de la desgracia que yo despreciaba, y que no alcanzaba<br />

a comprender; a pesar de los hogares apagados del gran<br />

Londres y de los campos cubiertos de cadáveres de mi tierra natal;<br />

a pesar de todas las intensas emociones que había experi-<br />

* Macbeth, acto IV, escena III, William Shakespeare. (N. del T.)<br />

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