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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 277<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

alegría solemne del entusiasmo y la entrega iluminaba su semblante.<br />

La debilidad de su condición física parecía haberle pasado<br />

de largo, como la nube de humanidad, en la antigua fábula,<br />

pasó de largo ante el amante divino de Semele. Trataba de infundir<br />

valor a su hermana, lograr que viera sus intenciones bajo una<br />

luz menos trágica, para lo que, con apasionada elocuencia, le exponía<br />

sus razones.<br />

–Permíteme, en primer lugar –le dijo–, que libere tu mente de<br />

todo temor que puedas sentir por causa mía. No pienso forzarme<br />

más allá de mi resistencia ni buscaré los peligros innecesariamente.<br />

Creo saber qué debe hacerse y, dado que mi presencia es necesaria<br />

para el cumplimiento de mis planes, pondré especial cuidado<br />

en conservar mi vida.<br />

»Voy a asumir un cargo adecuado para mí. No soy capaz<br />

de intrigar, de abrirme camino por las sendas tortuosas del laberinto<br />

que forman los vicios y las pasiones del <strong>hombre</strong>. Pero sí<br />

puedo aportar paciencia y comprensión, y toda la ayuda que<br />

permite el arte, al lecho del enfermo. Sí puedo alzar del suelo al<br />

triste huérfano y despertar nuevas esperanzas en el corazón cerrado<br />

del doliente. Sí puedo confinar a la peste dentro de unos límites,<br />

establecer un plazo a la desgracia que pueda ocasionar.<br />

Coraje, resistencia y vigilancia son las fuerzas que yo aporto a<br />

esta gran obra.<br />

»¡Oh! ¡Ahora seré alguien! Desde mi nacimiento he aspirado<br />

a ser águila, pero, a diferencia de ella, me fallaron las alas, y la ceguera<br />

se apoderó de mis ojos. La decepción y la enfermedad, hasta<br />

hoy, me han dominado. Nacidos al nacer yo, gemelos míos, mi<br />

«podrías» se veía siempre encadenado a mi «no podrás». Un pastor<br />

cuidando de su rebaño en los montes participaba más que yo<br />

de la sociedad. Felicítame, pues, por haber encontrado una meta<br />

adecuada a mis fuerzas. A menudo he considerado ofrecer mis<br />

servicios a ciudades italianas o francesas invadidas por la peste.<br />

Pero el temor a lastimarte y la premonición de esta catástrofe<br />

me coartaban. A Inglaterra y a los ingleses me dedico. Si logro<br />

salvar uno solo de sus poderosos espíritus del mazazo de la muerte,<br />

si logro apartar la enfermedad de una de sus mansiones sonrientes,<br />

no habré vivido en vano.<br />

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