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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 176<br />

Mary Shelley<br />

su hija; cerrando su corazón a toda ternura, se mostraba reservada<br />

conmigo, su mejor y más entregado amigo.<br />

Yo no podía verla de ese modo sin tratar de remediar su mal,<br />

que no tenía remedio, lo sabía, a menos que lograra reconciliarla<br />

con Raymond. Antes de la partida de éste recurrí a todos los argumentos,<br />

a todas las persuasiones, para inducirla a que impidiera<br />

aquel viaje. <strong>El</strong>la respondía a éstas con un torrente de lágrimas,<br />

asegurándome que la vida y los bienes de la vida no bastaban<br />

para persuadirla. No era voluntad lo que le faltaba, sino capacidad;<br />

declaraba una y otra vez que resultaría más fácil encadenar<br />

el mar, poner riendas a las ráfagas invisibles del viento, que hacerle<br />

tomar por verdad la falsedad, por sinceridad el engaño, por<br />

amor fiel y verdadero la unión cruel. A mis razonamientos replicaba<br />

con mayor brevedad, declarando, desdeñosa, que la razón<br />

era suya; y que hasta que pudiera convencerla de que el pasado<br />

podía deshacerse, de que la madurez podía retroceder hasta la<br />

cuna y de que todo lo que era podía tornarse en lo que no había<br />

sido nunca, resultaría inútil que le asegurara que en su destino no<br />

había tenido lugar ningún cambio. Y así, con terco orgullo consintió<br />

que se fuera, aunque las fibras mismas de su corazón se rasgaron<br />

cuando se consumó la partida, que alejaba de su vida todo<br />

lo que estimaba valioso.<br />

Para que se aireara, y para que nosotros también cambiáramos<br />

de aires, cubiertos como estaban por la nube que se había<br />

posado sobre nuestras cabezas, convencí a las dos compañeras<br />

que me restaban que sería mejor que nosotros también nos ausentáramos<br />

por un tiempo de Windsor. Visitamos el norte de Inglaterra,<br />

mi Ullswater natal, y nos recreamos en unos paisajes<br />

que despertaban mis recuerdos. Proseguimos viaje hasta Escocia<br />

para conocer los lagos Katrine y Lomond. Desde allí nos dirigimos<br />

a Irlanda, donde, en la vecindad de Killarney, nos instalamos<br />

durante varias semanas. <strong>El</strong> cambio de escenario operó en gran<br />

medida las modificaciones que esperaba. Tras un año de ausencia,<br />

Perdita volvió a mostrarse más amable y más dócil que en<br />

Windsor. Pero el regreso la alteró de nuevo por un tiempo. Allí<br />

todos los lugares parecían cargados de unos recuerdos que se habían<br />

vuelto amargos para ella. Los claros del bosque, los hele-<br />

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