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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 127<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

ojos comprensivos. Recreaba imágenes agradables que plantaba<br />

en la mente de quien sufría. Sus caricias no despertaban desconfianza,<br />

pues nacían del mismo sentimiento que lleva a la madre a<br />

besar a su hijo herido: un deseo de demostrar de todos los modos<br />

posibles la verdad de sus emociones, una necesidad de verter bálsamo<br />

en la mente lacerada del infortunado.<br />

Cuando Evadne recobró la compostura, Raymond empezó a<br />

mostrarse casi alegre. Algo le decía que no eran los males de la<br />

pobreza los que oprimían su corazón, sino más bien la bajeza y la<br />

desgracia consecuencia de aquélla. Mientras conversaban, él fue<br />

despojándola de ambas. A veces le hablaba de su fortaleza con<br />

grandes elogios. En otras ocasiones, aludiendo a su estado anterior,<br />

la llamaba «princesa camuflada». Le ofreció su ayuda sincera.<br />

<strong>El</strong>la estaba demasiado ocupada con otros pensamientos como<br />

para aceptarla o rechazarla. Al cabo Raymond se fue, no sin prometerle<br />

que volvería a visitarla al día siguiente. Y regresó a casa<br />

lleno de sentimientos contradictorios, del dolor que la desgracia<br />

de Evadne le despertaba y del placer ante la idea de poder aliviarla.<br />

Alguna razón que ni siquiera él lograba explicarse le llevó<br />

a ocultarle lo sucedido a Perdita.<br />

Al día siguiente se cubrió con una capa para pasar desapercibido<br />

y volvió a visitar a Evadne. De camino compró una cesta de<br />

frutas caras, como las que se cultivaban en su país y, decorándola<br />

con flores, la llevó personalmente hasta el miserable desván de<br />

su amiga.<br />

–Mire –le dijo al entrar– qué alimento de pájaros he traído<br />

para la golondrina del tejado.<br />

Ese día Evadne le relató la historia de sus infortunios. Su padre,<br />

a pesar de su origen aristocrático, había dilapidado su fortuna e incluso<br />

acabado con su reputación e influencia a causa de su vida disoluta.<br />

Su salud se resintió sin remedio, y antes de morir expresó su<br />

más ferviente deseo de mantener a su hija alejada de la pobreza que<br />

la acecharía cuando quedara huérfana. De modo que aceptó la<br />

propuesta de matrimonio de un rico mercader griego instalado en<br />

Constantinopla y la conminó a ella a aceptarla a su vez. Abandonó<br />

entonces su Grecia natal. Su padre falleció. <strong>El</strong>la gradualmente fue<br />

perdiendo el contacto y los lazos con sus compañías de juventud.<br />

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