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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 91<br />

Capítulo V<br />

Cuando llegamos a Windsor supe que Raymond y Perdita habían<br />

partido rumbo a Europa. Tomé posesión de la casa de campo de<br />

mi hermana, feliz por poder ver desde allí el castillo de Windsor.<br />

Resulta curioso que en esa época, cuando por el matrimonio de mi<br />

hermana había entroncado con una de las personas más ricas de<br />

Inglaterra y me unía una íntima amistad con su noble más destacado,<br />

me hallara en la más grave situación de pobreza que he experimentado<br />

jamás. Mi conocimiento de los principios de lord<br />

Raymond me hubiera impedido recurrir a él por difíciles que hubieran<br />

sido mis circunstancias. Y en vano me repetía a mí mismo<br />

que Adrian acudiría en mi ayuda si se lo pedía, pues su monedero<br />

estaba abierto para mí y, hermanos del alma como éramos,<br />

también debíamos compartir nuestras fortunas. Porque, mientras<br />

siguiera a su lado, jamás podría pensar en su abundancia como<br />

remedio a mi pobreza. Así, rechazaba al punto todos sus ofrecimientos<br />

de ayuda y le mentía al asegurarle que no la necesitaba.<br />

¿Cómo iba a decirle a ese ser generoso: «Mantenme ocioso. Tú,<br />

que has dedicado los poderes de tu mente y tu fortuna al beneficio<br />

de tu especie, errarás en tu empeño hasta el punto de apoyar<br />

en su inutilidad a los fuertes, sanos y capaces?»<br />

Tampoco me atrevía a pedirle que recurriera a su influencia<br />

para ayudarme a obtener algún puesto honorable, pues en ese<br />

caso me hubiera visto obligado a abandonar Windsor. Merodeaba<br />

siempre en torno a sus muros, vagaba a la sombra de sus matorrales.<br />

Mis únicos compañeros eran mis libros y mis pensamientos<br />

amorosos. Estudiaba la sabiduría de los antiguos y<br />

contemplaba los muros felices tras los que se hallaba mi amada.<br />

Mi mente, sin embargo, seguía ociosa. Yo la llenaba con la poesía<br />

de épocas antiguas; estudiaba la metafísica de Platón y de Ber-<br />

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