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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 387<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

veía como un engaño. En todo momento se esperaba que los síntomas<br />

malignos retornaran con virulencia redoblada. Pero finalmente<br />

la confirmación de la convalecencia, la ausencia total de<br />

fiebre o dolor y el incremento de mis fuerzas trajeron la convicción<br />

gradual de que, en efecto, me había curado de la peste.<br />

La convalecencia de Idris era más problemática. Cuando a mí<br />

me atacó la enfermedad sus mejillas ya se veían hundidas y su<br />

cuerpo muy desmejorado. Pero ahora el recipiente, roto por los<br />

efectos de una agitación extrema, no se había recuperado del<br />

todo, y era como un canal que gota a gota drenaba de ella el torrente<br />

saludable que vivificaba su corazón. Sus ojos apagados y<br />

su semblante ajado le conferían un aspecto fantasmal; sus pómulos,<br />

su frente despejada, la prominencia excesiva de la boca,<br />

infundían temor. Todos los huesos de su anatomía se mostraban<br />

bajo la piel y las manos colgaban, inertes. Las articulaciones se<br />

marcaban en exceso y la luz penetraba en ellas cada vez más.<br />

Resultaba extraño que la vida pudiera alojarse en un cuerpo que<br />

se mostraba desgastado hasta tal punto que se asemejaba mucho<br />

más a una forma de muerte.<br />

Mi última esperanza para su recuperación era apartarla de<br />

aquellas desgarradoras escenas, procurar que olvidara la desolación<br />

del mundo mediante la contemplación de una gran variedad<br />

de objetos que el viaje le proporcionaría, lograr que recobrara sus<br />

menguadas fuerzas en el clima templado hacia el que habíamos<br />

decidido orientarnos. Los preparativos para la partida, suspendidos<br />

durante mi enfermedad, se retomaron. Durante mi convalecencia,<br />

mi salud no se mostró vacilante, y, como el árbol en primavera,<br />

que siente que por sus miembros agarrotados corre la<br />

savia que renueva su verdor, así el renacido vigor de mi cuerpo, el<br />

alegre torrente de mi sangre y la recobrada elasticidad de mis<br />

miembros conferían a mi mente una alegre resistencia y la dotaban<br />

de ideas positivas. Mi cuerpo, antes peso muerto que me ataba<br />

a la tumba, se mostraba ahora rebosante de salud, y los ejercicios<br />

comunes resultaban insuficientes para mis fuerzas recobradas.<br />

Sentía que era capaz de emular al caballo de carreras, discernir en<br />

el aire objetos que se hallaran a gran distancia, oír las acciones<br />

que la naturaleza ejecutaba en su muda morada, pues hasta ese<br />

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