12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 144<br />

Mary Shelley<br />

por mí. Y la sospecha, la duda y los celos se disiparán al momento.<br />

Seguiremos como siempre, un solo corazón, una sola esperanza,<br />

una sola vida.<br />

–Ya te he asegurado mi fidelidad –dijo Raymond con frialdad<br />

desdeñosa–. Una triple afirmación no vale de nada cuando se desprecia<br />

a alguien. No diré más, pues nada puedo añadir a lo que ya<br />

he dicho, y que tú despectivamente has puesto en duda. Esta disputa<br />

es indigna de los dos, y confieso estar cansado de tener que<br />

responder a unos cargos que son a la vez infundados y crueles.<br />

Perdita trató de leer en su rostro, que él apartó, airado. Había<br />

tanta verdad y naturalidad en su resentimiento que sus dudas se<br />

disiparon. <strong>El</strong> gesto de ella, que durante años no había expresado<br />

más que emociones ligadas al afecto, volvió a mostrarse radiante<br />

y satisfecho. Con todo, no le resultó nada fácil ablandar y apaciguar<br />

a Raymond. En un primer momento él se negó a quedarse<br />

para escucharla. Pero no hubo modo de disuadirla. Segura de su<br />

amor inalterado, estaba dispuesta a entregarse a cualquier esfuerzo,<br />

a usar cualquier artimaña, para apartarlo de su enfado.<br />

Finalmente él accedió a escucharla y se sentó en silencio, altivo.<br />

Primero ella le aseguró que sentía una confianza ilimitada en él.<br />

Eso debía saberlo bien, pues de no ser así no pretendería retenerlo.<br />

Enumeró entonces sus años de felicidad. Recreó para él<br />

escenas pasadas de intimidad y dicha. Imaginó en voz alta su<br />

vida futura, mencionó a su hijita y las lágrimas, inoportunas,<br />

inundaron sus ojos. Trató de contenerlas sin éxito y un sollozo<br />

quebró su voz. Hasta ese momento no había llorado. Raymond<br />

no pudo soportar aquellas muestras de dolor. Se sentía tal vez<br />

algo avergonzado del papel de <strong>hombre</strong> ultrajado que representaba,<br />

cuando en realidad era él el causante del ultraje. Y en ese instante<br />

sintió un amor absoluto por Perdita. La curva de su nuca,<br />

los rizos resplandecientes, el ángulo de su cuerpo eran para él<br />

motivo de profunda ternura y admiración. Mientras hablaba, su<br />

voz melodiosa se apoderaba de su alma, y no tardó en compadecerse<br />

de ella, en consolarla y acariciarla, tratando de convencerse<br />

a sí mismo de que jamás la había engañado.<br />

Raymond abandonó el despacho tambaleante, como quien<br />

acaba de ser sometido a tortura y aguarda impaciente que vuel-<br />

144

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!