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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 258<br />

Mary Shelley<br />

no ha visto levantarse el viento del norte que empuja los nubarrones,<br />

y aparecer el cielo veteado, y al poco surgir una abertura<br />

en los vapores del ojo del viento, a través del cual brilla el azul<br />

más intenso Las nubes pierden grosor; se forma un arco que asciende<br />

sin fin y, retirándose el velo del muro universal, el sol envía<br />

sus rayos, reanimado y alimentado por la brisa.<br />

De modo que muy poderoso eres, ¡oh, viento!, que ocupas el<br />

trono por sobre todos los demás virreyes del poder de la naturaleza:<br />

ya llegues destructor desde el este, o preñado de vida elemental<br />

desde el oeste, a ti te obedecen las nubes; el sol es tu sirviente;<br />

el océano sin costa es esclavo tuyo. Barres la tierra y los<br />

robles centenarios se someten a tu hacha ciega; la nieve se esparce<br />

sobre los pináculos de los Alpes, las avalanchas atruenan en<br />

sus valles; custodias las llaves de la escarcha y tienes potestad<br />

para encadenar primero, y después liberar, el agua de los arroyos;<br />

bajo tu amable gobierno nacen las hojas y los capullos, que también<br />

por ti florecen.<br />

¿Por qué aúllas así, oh viento? Ni de día ni de noche ha cesado<br />

tu rugido en los <strong>último</strong>s cuatro meses. En las costas se suceden<br />

los naufragios, la superficie del mar no es ya navegable, la tierra<br />

se ha despojado de su belleza obedeciendo tus órdenes, el frágil<br />

globo ya no osa surcar los aires agitados. Tus ministras, las nubes,<br />

inundan la tierra con sus lluvias, los ríos abandonan sus cauces,<br />

el torrente desbocado desgarra el sendero de montaña. Los<br />

llanos, los bosques y los claros olvidan sus encantos y hasta<br />

nuestras ciudades se echan a perder por tu causa. ¡Ay! ¿Qué será<br />

de nosotros? Se diría que las olas gigantes del océano, los inmensos<br />

brazos del mar, están a punto de arrancar de su centro nuestra<br />

isla, tan firmemente anclada en él, para arrojarla, convertida<br />

en ruina y escombro, contra los campos del Atlántico.<br />

¿Qué somos nosotros, los habitantes de esta esfera, insignificantes<br />

entre los muchos que pueblan el espacio ilimitado? Nuestras<br />

mentes abrazan el infinito, pero el mecanismo visible de nuestro<br />

ser está sujeto al más pequeño accidente (no hay más remedio<br />

que corroborarlo día a día). Aquél a quien un rasguño afecta,<br />

aquél que desaparece de la vida visible bajo el influjo de los agentes<br />

hostiles que operan a nuestro alrededor, ostentaba los mismos<br />

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