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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 478<br />

Mary Shelley<br />

Nos queda lamentarnos, añorar y morir. Y sin embargo ahora<br />

mismo nos quedan por cumplir deberes que debemos conminarnos<br />

a cumplir: el deber de dar placer allá donde podamos y, mediante<br />

la fuerza del amor, iluminar con los colores del arco iris<br />

esta tormenta de pesar. No me quejaré si en esta hora extrema<br />

conservamos apenas lo que ahora poseemos. Algo me dice, Verney,<br />

que ya no hemos de temer a nuestro enemigo cruel, y me aferro<br />

con ganas a la voz de ese oráculo. Aunque extraño, será dulce<br />

presenciar el crecimiento de tu pequeño, el desarrollo del joven<br />

corazón de Clara. En medio de un mundo desierto, nosotros lo<br />

somos todo para ellos. Y si vivimos nuestra misión ha de consistir<br />

en lograr que este nuevo modo de vida les resulte feliz. De momento<br />

será fácil, pues sus ideas infantiles no se aventuran en el<br />

futuro, y el agudo anhelo de comprensión y todo el amor del que<br />

nuestra naturaleza es susceptible no han despertado aún en ellos.<br />

No podemos adivinar qué sucederá entonces, cuando la naturaleza<br />

ejerza sus poderes sagrados e ineludibles. Pero mucho antes<br />

de que ello ocurra podemos estar todos fríos, como el que yace en<br />

esta tumba de hielo. Debemos preocuparnos sólo por el presente<br />

y tratar de llenar con imágenes agradables la imaginación inexperta<br />

de tu encantadora sobrina. Los escenarios que ahora nos<br />

rodean, a pesar de su inmensidad y maravilla, no son los que mejor<br />

pueden contribuir a la tarea. La naturaleza, aquí, se presenta<br />

como nuestra suerte, grande pero demasiado destructiva, desnuda<br />

y tosca como para permitir que en su joven imaginación surja<br />

la delicia. Dirijámonos a las soleadas llanuras de Italia. <strong>El</strong> invierno<br />

llegará pronto y vestirá estos parajes indómitos de una doble<br />

desolación. Pero nosotros cruzaremos estas áridas cumbres y la<br />

llevaremos a escenarios de fertilidad y belleza en los que su camino<br />

se verá adornado con flores y el ambiente alegre le inspirará<br />

placer y esperanza.<br />

En cumplimiento de este plan abandonamos Chamonix al día<br />

siguiente. No había motivo para apresurar la marcha; más allá de<br />

nuestro círculo, no había nada que encadenara nuestra voluntad,<br />

de modo que cedíamos a todos los caprichos y nos parecía que invertíamos<br />

bien nuestro tiempo si lográbamos contemplar el paso<br />

de las horas sin horror. Nos demoramos en el encantador valle de<br />

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