12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 479<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

Servox. Pasamos largas horas sobre el puente que, salvando la<br />

quebrada del Arve, domina una vista de sus profundidades tapizadas<br />

de abetos y de las montañas nevadas que la rodean. Avanzamos<br />

sin apresurarnos por la romántica Suiza. Mas el temor a<br />

que nos atrapara el invierno nos llevó finalmente a proseguir, y en<br />

los primeros días de octubre llegamos al valle de La Maurienne,<br />

que conduce hasta Cenis. No sé explicar los sentimientos enfrentados<br />

que nos asaltaron al abandonar aquella tierra de montañas.<br />

Tal vez fuera porque veíamos en los Alpes la frontera que separaba<br />

el pasado del futuro y queríamos aferrarnos a lo que, en nuestra<br />

vida anterior, tanto habíamos amado. Tal vez, como eran tan<br />

pocos los impulsos que nos instaban a elegir entre dos modos de<br />

proceder, nos complacía preservar la existencia de uno de ellos y<br />

preferíamos la idea de lo que estaba por hacer al recuerdo de lo<br />

que ya habíamos culminado. Sentíamos que, por ese año al menos,<br />

el peligro había pasado, y creíamos que durante algunos meses<br />

nos tendríamos los unos a los otros. Aquel pensamiento nos<br />

llenaba de una mezcla de agonía y placer; los ojos se inundaban<br />

de lágrimas y sentimientos tumultuosos desgarraban los corazones;<br />

más frágiles que la «nieve que cae sobre el río»* éramos todos<br />

y cada uno de nosotros, pero tratábamos de dar vida e individualidad<br />

al curso meteórico de nuestras diversas existencias, y<br />

nos esforzábamos porque ningún momento se nos escapara sin<br />

haber gozado de él. Así, avanzando sobre ese límite borroso, éramos<br />

felices. ¡Sí! Sentados bajo los peñascos, junto a las cascadas,<br />

cerca de<br />

bosques tan antiguos como los montes<br />

de prados ondulantes, soleados,**<br />

donde pacía el rebeco y la tímida ardilla acudía a declamar sobre<br />

los encantos de la naturaleza y a embriagarse de sus bellezas<br />

inalienables, nosotros, en nuestro mundo vacío, nos sentíamos<br />

felices.<br />

* De «Tam O’Shanter», de Robert Burns. (N. del T.)<br />

** De «Kublai Khan», de S. T. Coleridge. (N. del T.)<br />

479

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!