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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 208<br />

Mary Shelley<br />

era una victoria. Aunque los turcos se mostraban triunfantes, la<br />

pérdida de <strong>hombre</strong>s que habían sufrido constituía una herida<br />

irreparable.<br />

En compañía de Raymond, subí a caballo una mañana hasta<br />

la alta colina de Top Kapou (la puerta del cañón), en la que Mehmet<br />

había plantado su estandarte, y desde allí contemplé la ciudad<br />

por primera vez. Las mismas cúpulas y alminares se alzaban<br />

entre los muros tapizados de verdor, allí donde Constantinopla<br />

había muerto cuando el Turco había entrado en la ciudad. La llanura<br />

que la rodeaba estaba salpicada de cementerios otomanos,<br />

griegos y armenios en los que crecían los cipreses. Además, otros<br />

bosques de aspecto menos lúgubre conferían variedad al paisaje.<br />

Entre ellos había acampado el ejército turco y sus escuadrones se<br />

movían por todas partes, ya en ordenada formación, ya en rápida<br />

carrera.<br />

Los ojos de Raymond seguían clavados en la ciudad.<br />

–He contado las horas de su vida –dijo–. Un mes más y caerá.<br />

Quédate conmigo hasta entonces. Aguarda hasta ver la cruz sobre<br />

Santa Sofía. Después podrás volver a tu apacible campiña.<br />

–¿Y tú? –le pregunté–. ¿Te quedarás en Grecia?<br />

–Sin duda –respondió–. Y sin embargo, Lionel, aunque te digo<br />

esto, ten por seguro que pienso con nostalgia en la vida tranquila<br />

que llevábamos en Windsor. Yo sólo soy soldado a medias.<br />

Adoro el prestigio de la guerra, pero no sus prácticas. Antes de la<br />

batalla de Rodosto, albergaba grandes esperanzas y mantenía el<br />

ánimo. Conquistar la ciudad, y después tomar Constantinopla,<br />

era la esperanza, la meta, el colmo de mis ambiciones. Ahora he<br />

perdido el entusiasmo, no sé por qué. Tengo la sensación de estar<br />

adentrándome en un abismo oscuro. <strong>El</strong> espíritu ardoroso del ejército<br />

me irrita, y el éxtasis del triunfo no me dice nada.<br />

Se detuvo, perdido en sus pensamientos. La seriedad de su<br />

semblante me devolvió a la mente, por asociación, a la medio olvidada<br />

Evadne, y aproveché la ocasión para averiguar algo más<br />

sobre su extraño destino. Le pregunté si, entre la tropa, había visto<br />

alguna vez a alguien que se pareciera a ella; si, desde su regreso<br />

a Grecia, había sabido algo de aquella mujer.<br />

Se sobresaltó al oír su nombre y me miró, incómodo.<br />

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