12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 447<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

Se volvió deprisa hacia mí y me tendió la mano.<br />

–Adiós, Verney –exclamó–. Hermano de mi amor, adiós. Ninguna<br />

otra expresión de debilidad brotará de estos labios; he vuelto<br />

a la vida. ¡A nuestras tareas! ¡A nuestro combate contra el enemigo<br />

invencible! Hasta el fin lucharé contra él.<br />

Se aferró a mi mano y me miró fijamente, con más fervor y<br />

vida que si me hubiera sonreído. Luego, tras girar con las bridas<br />

la cabeza de su caballo, rozó al animal con la espuela, y al momento<br />

había desaparecido de mi vista.<br />

Un <strong>hombre</strong> había muerto esa noche a causa de la peste. La aljaba<br />

no estaba vacía ni el arco sin cuerda. Nosotros nos alzábamos<br />

como dianas mientras la Peste Parta apuntaba y disparaba,<br />

sedienta de conquista, sin que los montículos de cadáveres le supusieran<br />

el menor obstáculo. Una enfermedad del alma, que contagió<br />

incluso a mi mecanismo físico, se apoderó de mí. Me temblaban<br />

las piernas, me castañeteaban los dientes y mi sangre,<br />

helada de pronto, trataba con esfuerzo de abandonar mi corazón.<br />

No temía por mí mismo, pero me entristecía profundamente pensar<br />

que ni siquiera lograríamos salvar a los pocos supervivientes;<br />

que mis seres más amados podían, en pocos días, tornarse más<br />

fríos que Idris en su sepulcro antiguo. Ni la forteleza de los cuerpos<br />

ni la energía de las mentes bastarían para librarnos del golpe.<br />

Me invadió una sensación de degradación. ¿Dios había creado al<br />

<strong>hombre</strong> para que al final se convirtiera en polvo en medio de una<br />

vegetación saludable y esplendorosa? ¿Era tan poco importante<br />

para su creador como un campo de maíz quemado? ¿Debían morir<br />

nuestros orgullosos sueños? Nuestro nombre estaba escrito<br />

«apenas por debajo de los ángeles»,* y sin embargo no éramos<br />

mejores que las efímeras. Nos habíamos llamado a nosotros mismos<br />

«paradigma de animales», y ¡mirad!, éramos la «quintaesencia<br />

del polvo».** Nos vanagloriábamos de que las pirámides<br />

hubieran sobrevivido al cuerpo embalsamado de su consructor.<br />

¡Ay! La modesta choza de paja del pastor junto a la que transitábamos<br />

en nuestro avance contenía en su estructura el principio de<br />

* Salmos, 8, 4. (N. del T.)<br />

** Hamlet, acto II, escena II, William Shakespeare. (N. del T.)<br />

447

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!