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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 72<br />

Mary Shelley<br />

bre y el estilo de su país. En ese momento me fijé en que el rostro<br />

de Raymond mudaba de color. Apartó la vista del orador y la clavó<br />

en el suelo. Los asistentes dejaron de observar a Ryland para<br />

mirarlo a él, aunque sin dejar de oír la voz que atronaba su denuncia<br />

y llenaba sus sentidos. La gran franqueza de sus palabras<br />

le confería autoridad: todos sabían que decía la verdad, una verdad<br />

conocida, aunque no reconocida. Arrancó la máscara que<br />

ocultaba la realidad y los propósitos de Raymond, que habían<br />

avanzado hasta entonces agazapados en la penumbra, asomaron<br />

como un ciervo asustado, acorralado, evidente el cambio de su<br />

gesto para quienes lo miraban. Ryland acabó declarando que todo<br />

intento de restablecer el poder real debía ser declarado traición,<br />

y traidor a quien persiguiera el cambio de la forma de gobierno<br />

vigente. Al término de su intervención, los asistentes<br />

estallaron en vítores y aplausos.<br />

Una vez defendida su moción, lord Raymond se puso en pie<br />

inexpresivo, la voz melodiosa, sus maneras delicadas, su gracia y<br />

su dulzura semejantes al tañer de una flauta que llegara tras la<br />

voz poderosa de su adversario, que atronaba como un órgano.<br />

Dijo alzarse para hablar a favor de la moción del honorable<br />

miembro, aunque deseando introducir una ligera enmienda. No<br />

dudó él también en recordar los viejos tiempos, en conmemorar<br />

las luchas de nuestros padres y la abdicación de nuestro rey. Con<br />

gran nobleza y generosidad, dijo, nuestro ilustre y <strong>último</strong> soberano<br />

de Inglaterra se había sacrificado por el bien aparente de su<br />

país y se había despojado de un poder que sólo podía mantener<br />

a costa de la sangre de sus súbditos. Y esos súbditos suyos que<br />

ya no lo eran, sus amigos e iguales, en señal de gratitud habían<br />

concedido ciertos favores y distinciones a él y a su familia a perpetuidad.<br />

Se les entregó una espaciosa finca y se les reconoció el<br />

rango más elevado entre los pares de Gran Bretaña. Sin embargo<br />

podía conjeturarse que no habían olvidado su antigua herencia.<br />

Y era muy duro que su heredero sufriera del mismo modo que<br />

cualquier otro pretendiente si trataba de obtener de nuevo lo que<br />

por herencia le pertenecía. No es que él opinara que hubiera de<br />

favorecerse semejante intento. Lo que afirmaba era que un intento<br />

semejante resultaría venial, y que si el aspirante no llegaba a<br />

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