12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 94<br />

Mary Shelley<br />

cuando se asomó a mi humilde morada y a mi alegre corazón.<br />

Conversamos de asuntos ajenos a las emociones que claramente<br />

nos ocupaban, pero los tres adivinábamos los pensamientos de<br />

los demás, y aunque nuestras voces hablaban de cosas indiferentes,<br />

nuestros ojos, con su lenguaje mudo, contaban mil historias<br />

que nuestros labios no habrían podido pronunciar.<br />

Se despidieron de mí al cabo de una hora. Yo quedé contento,<br />

indescriptiblemente feliz. Los sonidos de la lengua humana no<br />

hacían falta para contar la historia de mi éxtasis. Idris me ha visitado.<br />

He de volver a verla... Mi imaginación no se apartaba de<br />

la plenitud de esa idea. Mis pies no tocaban el suelo. No había<br />

duda, temor o esperanza que me perturbaran. Mi alma rozaba la<br />

dicha absoluta, satisfecha, colmada, beatífica.<br />

Durante muchos días Adrian e Idris siguieron visitándome y,<br />

en el transcurso de nuestros encuentros felices, el amor, disfrazado<br />

de amistad entusiasta, nos infundía más y más su espíritu omnipotente.<br />

Idris lo sentía. Sí, divinidad del mundo, yo leía tus caracteres<br />

en sus miradas y gestos; oía tu voz melodiosa resonar en<br />

la suya... Nos preparaste un sendero mullido y floreado adornado<br />

por pensamientos amables. Tu nombre, oh Amor, no se pronunciaba,<br />

pero te alzabas como el Genio de la Hora, velado, y sería<br />

tal vez el tiempo, y no la mano humana, el que retirara el<br />

telón. No había órganos de sonidos armónicos que proclamaran<br />

la unión de nuestros corazones, pues las circunstancias externas<br />

no nos daban oportunidad de expresar lo que acudía a nuestros<br />

labios.<br />

¡Oh, pluma mía! Apresúrate a escribir lo que fue, antes de que<br />

el pensamiento de lo que es detenga la mano que te guía. Si alzo<br />

la vista y veo la tierra desierta, y siento que esos amados ojos han<br />

perdido su brillo, y que esos hermosos labios callan, sus «hojas<br />

carmesíes»* marchitas, enmudezco para siempre.<br />

Pero tú vives, mi Idris, ahora mismo te mueves ante mí. Había<br />

un prado, oh lector, un claro en el bosque. Los árboles, al retirarse,<br />

habían creado una extensión de terciopelo que era como un<br />

templo del amor. <strong>El</strong> plateado Támesis lo bordeaba por uno de sus<br />

* Los Cenci, acto V, escena IV, P.B. Shelley. (N. del T.)<br />

94

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!