12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 233<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

De modo que, tras enviar a Clara de regreso a casa, volví a entrar<br />

en Constantinopla. Alentados por la impunidad de mi anterior<br />

visita, varios soldados que formaban parte de la guardia personal<br />

de Raymond, y que lo adoraban y lloraban sinceramente su pérdida,<br />

decidieron acompañarme.<br />

Resulta imposible determinar por qué extraño encadenamiento<br />

de hechos llegamos a recuperar el cuerpo sin vida de mi<br />

amigo. En esa parte de la ciudad, en la que el fuego lo había destruido<br />

casi todo la noche anterior, y que ahora se mostraba arrasada,<br />

negra, fría, el perro agonizante de Raymond se acurrucaba<br />

junto a la figura mutilada de su amo. En momentos como ése la<br />

pena carece de voz. La aflicción, domada por su propia vehemencia,<br />

permanece muda. <strong>El</strong> pobre animal me reconoció, me lamió<br />

la mano, se acercó más a su señor, y sólo entonces expiró.<br />

Sin duda algún cascote había caído sobre la cabeza de Raymond<br />

y le había hecho caer del caballo, desfigurándolo por completo.<br />

Me incliné sobre su cuerpo y acerqué una mano al borde de su<br />

capa, menos destrozada en apariencia que el cuerpo humano<br />

que cubría. Me la llevé a los labios mientras los rudos soldados<br />

nos rodeaban y lloraban a la presa más valiosa de la muerte,<br />

como si el pesar y los lamentos sin fin pudieran avivar la llama<br />

extinguida o devolver a aquella desgarrada prisión de carne su<br />

espíritu liberado. Ayer aquellos miembros valían un universo,<br />

pues encerraban un poder trascendente cuyas intenciones, palabras<br />

y actos merecían ser grabados en letras de oro. Ahora, sólo<br />

la superstición del afecto podía dar valor a un mecanismo descompuesto<br />

que, inerte e incapaz, ya no se asemejaba a Raymond<br />

más de lo que la lluvia caída se asemeja a la anterior mansión de<br />

nubes con la que ascendió a los más altos cielos y, dorada por el<br />

sol, atraía todas las miradas y saciaba los sentidos con su excedente<br />

de belleza.<br />

Y así, tal como estaba, con sus ropas terrenales, desfigurado,<br />

roto, lo envolvimos con nuestras capas y, levantándolo en brazos,<br />

lo alejamos de aquella ciudad de los muertos. Surgió la duda de<br />

dónde depositarlo. Camino del palacio pasamos junto a un cementerio<br />

griego. Y allí, sobre una losa de mármol negro, dispuse<br />

que lo tendieran. Los cipreses se mecían en las alturas y su color<br />

233

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!