12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 157<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

siones aflorara una altivez repentina o cierta brusquedad en sus<br />

maneras, que desconcertó a su buen amigo. Nada parecía nublar<br />

su frente, pero una vaga desidia habitaba sus labios y cierta aspereza<br />

asomaba a su voz. Perdita era todo amabilidad y atenciones<br />

para con su señor, pero apenas hablaba y se mostraba triste.<br />

Había adelgazado, se la veía pálida y con frecuencia los ojos se le<br />

llenaban de lágrimas. A veces observaba a Raymond como diciéndole:<br />

«¿Por qué tiene que ser así?» En otras ocasiones su semblante<br />

expresaba: «Seguiré haciendo todo lo que esté en mi mano<br />

para hacerte feliz». Pero Adrian leía a ciegas el carácter reflejado<br />

en su rostro, y podía equivocarse. Clara siempre la acompañaba,<br />

y parecía sentirse más cómoda cuando, en algún rincón apartado,<br />

podía sentarse sosteniendo la mano de su hija, callada y solitaria.<br />

A pesar de todo, Adrian no fue capaz de adivinar la verdad. Les<br />

invitó a visitarlos en Windsor, y ellos prometieron hacerlo durante<br />

el mes siguiente.<br />

A su llegada se adelantó el mes de mayo, que pobló de hojas<br />

los árboles del bosque y los senderos de miles de flores. Supimos<br />

de su visita con un día de antelación, y a la mañana siguiente,<br />

muy temprano, Perdita llegó acompañada de su hija. Raymond<br />

no tardaría en reunirse con ellos, nos dijo; algunos asuntos lo habían<br />

retenido. Por lo que Adrian nos había explicado esperaba<br />

hallarla triste, pero, por el contrario, llegó con el mejor de los<br />

ánimos. Era cierto que había perdido peso, y que su mirada parecía<br />

algo perdida, y sus mejillas algo más hundidas, aunque teñidas<br />

de un resplandor brillante. Se mostró encantada de vernos.<br />

Acarició a nuestros hijos y se maravilló ante lo mucho que habían<br />

crecido y aprendido. Clara también se alegró de encontrarse de<br />

nuevo con su joven amigo, Alfred. Jugamos a mil cosas con ellos,<br />

y Perdita participó de buena gana. Nos transmitía su alegría, y<br />

mientras nos divertíamos en la terraza del castillo, se habría dicho<br />

que no era posible reunir grupo más alegre.<br />

–Esto es mucho mejor, mamá –dijo Clara– que vivir en ese horrible<br />

Londres, donde tantas veces lloras, donde nunca ríes como<br />

ahora...<br />

–Calla, tontita –replicó su madre–, y recuerda que todo el que<br />

mencione Londres será castigado con una hora en Coventry.<br />

157

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!