12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 191<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

clima primaveral en Grecia no hacía sino potenciar la tortura de<br />

sus sensaciones. La incomparable belleza de la tierra, tapizada de<br />

flores, el sol benigno, las agradables sombras, las melodías de los<br />

pájaros, la majestuosidad de los bosques, el esplendor de las ruinas<br />

marmóreas, el claro resplandor de las estrellas por la noche,<br />

la combinación de todo lo que era emocionante y voluptuoso en<br />

aquella tierra trascendente, que aceleraba su espíritu vital y le excitaba<br />

los sentidos en todos los poros de su piel, no hacía más que<br />

agudizar su dolor. Contaba el lento transcurrir de las horas y el<br />

sufrimiento de su amado ocupaba todos sus pensamientos. Se<br />

abstenía de comer. Se echaba en tierra desnuda y trataba de imitar<br />

en todo los tormentos de Raymond, esforzándose por comulgar<br />

con su dolor distante. Recuerdo que, en uno de sus momentos<br />

más difíciles, un comentario mío le había causado irritación y<br />

desdén.<br />

–Perdita –le había dicho yo–, algún día descubrirás que hiciste<br />

mal al arrojar a Raymond a las espinas de la vida. Cuando la<br />

decepción haya mancillado su belleza, cuando las desgracias del<br />

soldado hayan ajado su virilidad, cuando la soledad le vuelva<br />

amargos incluso sus triunfos, entonces te arrepentirás. Y lamentarás<br />

el cambio irreparable<br />

que en corazones hoy pétreos<br />

moverá al fenecido remordimiento del amor.*<br />

Aquel agudo «remordimiento del amor» desgarraba ahora su<br />

corazón. Se culpaba del viaje que Raymond había emprendido a<br />

Grecia, de los peligros que había corrido, de su encarcelamiento.<br />

Imaginaba la angustia de su soledad, recordaba con qué impaciencia<br />

y dicha le había comunicado sus alegres esperanzas, con<br />

qué inmenso afecto había aceptado que ella se preocupara por él.<br />

A su mente regresaban las muchas ocasiones en que había declarado<br />

que la soledad era el peor de todos los males, y que a él<br />

la muerte le infundía más miedo y dolor cuando se imaginaba la<br />

tumba sola. «Mi niña buena –le había dicho– me alivia de mis peo-<br />

* La peregrinación de Childe Harold, canto IV, Lord Byron. (N. del T.)<br />

191

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!