12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> <strong>11</strong>9<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

su éxito. Y a ella, demasiado alterada, también le había pasado<br />

por alto aquella circunstancia. Cuando Idris fue a hablarle, hasta<br />

tal punto se hallaba él fuera de sí que le preguntó por mi hermana.<br />

Un solo comentario, que le informó de su misteriosa desaparición,<br />

le hizo recordarlo todo. Adrian, cierto es, había acudido<br />

ya en busca de la fugitiva, imaginando que su indomable angustia<br />

la habría conducido a las inmediaciones del Parlamento, y que<br />

algún contratiempo la había retenido. Pero Raymond, sin darnos<br />

explicación alguna, se ausentó de pronto, y al instante oímos el<br />

galope de su caballo por las calles, a pesar del viento y la lluvia<br />

que la tormenta esparcía sobre la tierra. Como desconocíamos<br />

adónde se dirigía y cuánto tardaría en regresar, abandonamos el<br />

lugar, suponiendo que tarde o temprano regresaría con Perdita, y<br />

que no lamentarían verse solos.<br />

Mi hermana, entretanto, había llegado con su hija a Dartford,<br />

llorando desconsoladamente. Ordenó que todo se dispusiera<br />

para poder proseguir viaje y, acostando a su pequeña en una<br />

cama, pasó varias horas de agudo sufrimiento. A veces observaba<br />

la violencia con que descargaban los elementos y pensaba que<br />

la atacaban a ella. Oía el golpeteo de la insistente lluvia, que la<br />

sumía en la tristeza y la desesperación. En ocasiones sostenía a su<br />

hija en brazos, buscándole parecidos con su padre, temerosa de<br />

que más adelante demostrara también las mismas pasiones e impulsos<br />

incontrolables que tan infeliz la hacían. Pero volvía a<br />

constatar con una mezcla de orgullo y delicia que al rostro de su<br />

pequeña asomaba la misma sonrisa hermosa que con frecuencia<br />

iluminaba el semblante de Raymond. Su visión la aliviaba. Pensaba<br />

en el tesoro que poseía al contar con el afecto de su señor;<br />

en sus hazañas, que superaban todas las de sus coetáneos, en su<br />

genio, en su devoción por ella. Y se le ocurrió que renunciaría de<br />

buen grado a todo lo que poseía en el mundo, salvo a él, como<br />

ofrenda propiciatoria que le asegurara el bien supremo que con él<br />

conservaba. Y no tardó en imaginar que el destino exigía de ella<br />

ese sacrificio como prueba de que vivía entregada a Raymond, y<br />

que debía hacerlo con alegría. Se imaginó su vida en la isla griega<br />

que él había escogido para su retiro, y donde ella trataría de<br />

aliviar su dolor. Imaginó que allí cuidaría de su hermosa hija Cla-<br />

<strong>11</strong>9

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!