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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 319<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

el crujido de las hojas y el rumor de los arroyos traían reposo al<br />

pecho y derramaban una sensación parecida a la felicidad sobre<br />

los temerosos. Y, por extraño que parezca, en aquellos tiempos<br />

también se disfrutaba de los placeres. Parejas jóvenes que se habían<br />

amado sin esperanza y por largo tiempo veían desaparecer<br />

los impedimentos y crecer las riquezas a partir de la muerte de<br />

algún familiar. <strong>El</strong> mismo peligro los unía más. <strong>El</strong> riesgo inmediato<br />

les instaba a aprovechar las ocasiones inmediatas. Con prisas,<br />

apasionadamente, buscaban conocer las delicias que la vida les<br />

brindaba antes de entregarse a la muerte, y<br />

robando sus placeres con gran esfuerzo<br />

y sacándolos por las rejas de la vida,*<br />

desafiaban a la peste a que destruyera lo que había existido o a<br />

que borrara de sus pensamientos, en el lecho de muerte, la felicidad<br />

que había sido suya.<br />

De uno de esos casos tuvimos conocimiento por aquel entonces:<br />

una joven de alcurnia había entregado su corazón, años<br />

atrás, a un <strong>hombre</strong> de extracción humilde. Se trataba de un compañero<br />

de escuela y amigo de su hermano, y solía pasar parte de<br />

sus vacaciones en la mansión de su padre, que era duque. Habían<br />

jugado juntos de niños, habían sido confidentes de secretos<br />

mutuos, se habían ayudado y consolado en momentos de dificultad<br />

y tristeza. <strong>El</strong> amor había surgido entre ellos imperceptiblemente,<br />

silencioso, sin temor en un primer momento, hasta<br />

que los dos sintieron que su vida se hallaba atada a la vida del<br />

otro, y al mismo tiempo supieron que debían separarse. Su juventud<br />

extrema, la pureza de su unión, les llevaba a oponer menor<br />

resistencia a la tiranía de las circunstancias. <strong>El</strong> padre de la<br />

buena Juliet los separó, aunque no sin antes lograr que el joven<br />

prometiera mantenerse alejado de su hija hasta que se hubiera<br />

hecho digno de ella. La joven, por su parte, prometió preservar<br />

virgen su corazón –tesoro de su amado– hasta que él regresara<br />

para reclamarla y poseerla.<br />

* De «To his coy mistress» («A su tímida dama»), Andrew Marvel. (N. del T.)<br />

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