12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 31<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

sin modales, si entraba en contacto con él, me convertiría en la<br />

prueba tangible, a ojos de sus cortesanos, de lo justificado de<br />

aquella ingratitud que me había convertido en el ser degradado<br />

que era.<br />

Con la mente ocupada por entero en esas ideas, se diría que<br />

incluso fascinado por el proyecto de asaltar la morada escogida<br />

por el joven conde, observaba el avance de los preparativos y me<br />

acercaba a los carros de los que descargaban artículos de lujo<br />

traídos desde Londres, que entraban en la mansión. Rodear a su<br />

hijo de una magnificencia principesca formaba parte del plan de<br />

la que fue reina. Yo observaba mientras disponían las gruesas alfombras<br />

y las cortinas de seda, los ornamentos de oro, los metales<br />

profusamente cincelados, los muebles blasonados, todo<br />

acorde a su rango, de modo que nada que no se revistiera de esplendor<br />

regio llegara a alcanzar el ojo de un descendiente de<br />

reyes. Sí, lo observaba todo y luego volvía la mirada hacia mis raídas<br />

ropas. ¿De dónde nacía esa diferencia? ¿De dónde, sino de la<br />

ingratitud, de la falsedad, del abandono, por parte del padre del<br />

príncipe, de toda noble simpatía, de todo sentimiento de generosidad?<br />

Sin duda a él también, pues por sus venas circulaba asimismo<br />

la sangre de su orgullosa madre, a él, reconocido faro de<br />

la riqueza y la nobleza del reino, le habrían enseñado a repetir<br />

con desprecio el nombre de mi padre, y a desdeñar mis justas pretensiones<br />

de protección. Me esforzaba en pensar que toda esa<br />

grandeza no era sino una infamia indigna, y que, al plantar su<br />

bandera bordada en oro junto a mi gastado y deshilachado estandarte,<br />

no estaba proclamando su superioridad, sino su caída.<br />

Y aun así lo envidiaba. Sus preciosos caballos, sus armas de intrincados<br />

relieves, los elogios que le precedían, la adoración, la<br />

prontitud en el servicio, el alto rango y la alta estima en que lo tenían,<br />

yo consideraba que de todo ello me habían despojado a mí<br />

por la fuerza, y lo envidiaba todo con renovada y atormentada<br />

amargura.<br />

Para coronar la vejación de mi espíritu, Perdita, la visionaria<br />

Perdita, pareció despertar a la vida real cuando, transportada por<br />

la emoción, me informó de que el conde de Windsor estaba a<br />

punto de llegar.<br />

31

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!