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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 164<br />

Mary Shelley<br />

do todos mil veces, con más convicción y sutileza de las que tú<br />

puedes poner en ellos? Lionel, tú no puedes entender qué es el<br />

amor de una mujer. En los días felices me repetía con frecuencia,<br />

con corazón agradecido y espíritu exaltado, que Raymond lo había<br />

sacrificado todo por mí. Yo era una muchacha pobre, sin educación,<br />

sin amigos, una montañesa a la que él había sacado de la<br />

nada. Todos los lujos de la vida que poseía, los poseía gracias a él.<br />

Él me dio un nombre ilustre y una noble posición. <strong>El</strong> respeto que<br />

me tenía el mundo nacía de su gloria. Y todo ello, sumado a su<br />

amor infatigable, me inspiraba por él unas sensaciones tan intensas<br />

como las que sentimos por quien nos ha dado la vida. Yo sólo<br />

le daba amor. Me entregué a él con devoción. Imperfecta como<br />

era, me esforcé en la tarea de llegar a ser digna de él. Moderé mi<br />

humor cambiante, controlé la impaciencia de mi carácter, eduqué<br />

mis pensamientos egocéntricos, formándome hasta alcanzar la<br />

mayor perfección de que era capaz, para que el fruto de mis esfuerzos<br />

le hiciera feliz. No me atribuyo ningún mérito en ello, pues<br />

todo el mérito es suyo; todo el esfuerzo, toda la devoción, todo el<br />

sacrificio. Yo habría escalado unos inescalables Alpes para coger<br />

una flor que le gustara; estaba dispuesta a abandonaros a todos<br />

vosotros, mis amados y excepcionales compañeros, y a vivir por y<br />

para él. No podía ser de otro modo, aunque yo misma lo hubiera<br />

querido, porque si se afirma que tenemos dos almas, él era la mejor<br />

de las dos que yo poseía, y la otra era su eterna esclava. Sólo<br />

una cosa me debía, a cambio. Una fidelidad recíproca. Me la había<br />

ganado, la merecía. Por haber nacido en las montañas, sin relación<br />

con los nobles y los ricos, ¿cree que puede pagarme degradando<br />

mi nombre y condición? Que se quede ambas, pues sin su<br />

amor no son nada para mí. A mis ojos, su único valor era que le<br />

pertenecían.<br />

Perdita siguió hablando con la misma pasión. Cuando planteé<br />

su posible separación definitiva, ella respondió:<br />

–¡Que así sea! Algún día llegará ese momento. Lo sé, lo siento.<br />

Pero en esto soy cobarde. Esta relación imperfecta, esta farsa<br />

que es nuestra unión, me resulta extrañamente querida. Admito<br />

que me resulta dolorosa, destructiva, impracticable. Contagia<br />

mis venas de una fiebre constante; hurga en mi herida incurable;<br />

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