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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 521<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

minar cuál sería el primer día del nuevo año. En la edad antigua<br />

y desgastada, el Sumo Pontífice se dirigía, revestido de gran pompa,<br />

al templo de Jano, y hundiendo un clavo en su puerta señalaba<br />

el inicio del nuevo año. Así, yo, ese día ascendí hasta San Pedro<br />

y grabé en su piedra más alta el año 2100, el <strong>último</strong> del<br />

mundo.<br />

Mi único compañero era un perro, un perro peludo, mezcla de<br />

pastor y de aguas, al que había hallado cuidando de un rebaño de<br />

ovejas en la Campania. Su amo había muerto, pero él seguía<br />

cumpliendo con su deber a la espera de su regreso. Si alguna oveja<br />

se apartaba del resto, él la obligaba a volver al rebaño, y con<br />

gran celo ahuyentaba a cualquier intruso. Cabalgando por la<br />

Campania di con su corral y durante un tiempo me dediqué a observar<br />

su repetición de lecciones aprendidas del <strong>hombre</strong> que, aunque<br />

ya inútiles, no había olvidado. Su alegría al verme fue exagerada.<br />

Me saltó a las rodillas y se puso a dar vueltas sin cesar,<br />

mientras meneaba la cola y emitía unos ladridos breves, complacidos.<br />

Abandonó el corral para seguirme y desde ese día no ha dejado<br />

de velar por mí, demostrándome su gratitud ruidosamente<br />

cada vez que lo acaricio o le hablo. Y así, sólo sus pasos y los<br />

míos resonaron en la inmensa nave de San Pedro. Ascendimos los<br />

muchos peldaños juntos, y en lo alto de ellos cumplí con mi propósito,<br />

y con números toscos anoté la fecha del <strong>último</strong> año. Acto<br />

seguido me volví para contemplar la ciudad, dispuesto a abandonarla.<br />

Llevaba tiempo decidido a hacerlo, y en ese momento esbocé<br />

el plan que adoptaría en mi vida, una vez hubiera dejado<br />

atrás aquella morada de magnificencia.<br />

Un ser solitario es errante por naturaleza, y en eso me convertiría<br />

yo. Con los cambios de lugar siempre se persigue una mejora,<br />

incluso un alivio de la carga de la vida. Me había equivocado<br />

permaneciendo en Roma tanto tiempo. En Roma, conocida por<br />

su malaria, célebre proveedora de muerte. Pero seguía siendo posible<br />

que, si llegaba a recorrer toda la extensión de la tierra, encontrara<br />

en algún confín a un superviviente. Y creía que la costa<br />

era el lugar más probable que escogería. Aunque se hubiera visto<br />

solo en una región interior, no habría permanecido en el mismo<br />

lugar que había presenciado la extinción de sus esperanzas: pro-<br />

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