12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 87<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

parte animal de su naturaleza cuando la victoria no es resultado<br />

de una virtud consumada. No sin algo de ese temor contemplaba<br />

yo la figura de la condesa, despierta cuando los demás dormían,<br />

ayunando cuando yo, frugal en condiciones normales, atacado<br />

por la fiebre que se cebaba en mí, me veía obligado a ingerir alimentos.<br />

<strong>El</strong>la se mostraba decidida a impedir o dificultar en todo<br />

momento mi influencia sobre sus hijos y obstaculizaba mis planes<br />

con una determinación callada, seca y testaruda que no parecía<br />

propia de un ser de carne y hueso. Al fin parecía haberse declarado<br />

la guerra entre nosotros. Libramos muchas batallas soterradas<br />

en las que no mediaban palabras y apenas nos mirábamos, pero<br />

en las que los dos pretendíamos someter al otro. La condesa contaba<br />

con la ventaja de su posición, de modo que yo era derrotado,<br />

aunque no sometido.<br />

Mi corazón enfermó. Mi rostro se teñía con los tonos de mi<br />

malestar y mi vejación. Adrian e Idris se percataban de ello. Me<br />

instaban a reposar y a cuidarme, pero yo les respondía con toda<br />

sinceridad que mi mejor medicina eran sus buenos deseos, así<br />

como la feliz convalecencia de mi amigo, que mejoraba día a día.<br />

<strong>El</strong> color regresaba tímidamente a sus mejillas. La palidez cenicienta<br />

que amenazaba con matarlo abandonaba su frente y sus<br />

labios. Tales eran las recompensas de mis infatigables atenciones,<br />

y el cielo, pródigo, añadía un premio más si me concedía también<br />

las gracias y las sonrisas de Idris.<br />

Tras un lapso de varias semanas abandonamos Dunkeld. Idris<br />

y su madre regresaron directamente a Windsor, mientras que<br />

Adrian y yo emprendimos el viaje con más calma, realizando frecuentes<br />

paradas debido a la debilidad de su estado. Mientras recorríamos<br />

los distintos condados de la fértil Inglaterra, todo<br />

adoptaba un aspecto novedoso a ojos de mi acompañante, tras<br />

tanto tiempo apartado, por causa de su enfermedad, de los placeres<br />

del clima y el paisaje. Atrás quedaban pueblos bulliciosos y<br />

llanuras cultivadas. Los granjeros recogían sus cosechas y las mujeres<br />

y los niños, ocupados en tareas rústicas más livianas, formaban<br />

grupos de personas felices y saludables, cuya mera visión<br />

llenaba de alegría nuestros corazones. Un atardecer, tras abandonar<br />

nuestra posada, paseamos por un camino umbrío y ascendi-<br />

87

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!