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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 25<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

errores hasta convertirlos en crímenes. De haber sido educada en<br />

esa esfera de la vida a la que, por herencia, su delicada mente y su<br />

persona correspondían, habría sido objeto casi de adoración,<br />

pues sus virtudes resultaban tan eminentes como sus defectos.<br />

Todo el genio que ennoblecía la sangre de su padre ilustraba la<br />

suya; una generosa marea corría por sus venas; el artificio, la envidia<br />

y la avaricia se hallaban en los antípodas de su naturaleza.<br />

Sus rasgos, cuando los alumbraban sentimientos benévolos, podrían<br />

haber pertenecido a una reina; sus ojos brillaban y, en aquellos<br />

momentos, su mirada desconocía todo temor.<br />

Aunque por nuestra situación y disposiciones nos hallábamos<br />

casi del todo privados de las formas usuales de relación social,<br />

formábamos un fuerte contraste el uno respecto del otro. Yo<br />

siempre precisaba del estímulo de la compañía y el aplauso,<br />

mientras que Perdita se bastaba a sí misma. A pesar de mis malos<br />

hábitos, mi disposición era sociable, a diferencia de la suya, retraída.<br />

Mi vida transcurría entre realidades tangibles, la suya era<br />

un sueño. De mí podría decirse incluso que amaba a mis enemigos,<br />

pues al espolearme, ellos, en cierto modo, me proporcionaban<br />

felicidad. A Perdita, en cambio, casi le desagradaban sus<br />

amigos, pues interferían en sus estados de ánimo visionarios. Todos<br />

mis sentimientos, incluso los de exultación y triunfo, se tornaban<br />

en amargura si de ellos no participaban otros. Perdita huía<br />

hacia la soledad incluso estando alegre, y podía pasar un día y<br />

otro sin expresar sus emociones ni buscar sentimientos afines a<br />

los suyos en otras mentes. Y no sólo eso: era capaz de adorar el<br />

aspecto y la voz de alguna amiga y demorarse en ella con ternura,<br />

mientras su gesto expresaba la más fría de las reservas. En<br />

ella, una sensación se convertía en sentimiento, y jamás hablaba<br />

hasta que había mezclado sus percepciones de objetos externos<br />

con otros que eran creación de su mente. Era como un suelo fértil<br />

que se impregnaba de los aires y los rocíos del cielo y los devolvía<br />

a la luz transformados en frutos y flores. Pero, como el<br />

suelo, también se mostraba con frecuencia oscura y desolada,<br />

arada, sembrada una vez más con semillas invisibles.<br />

Perdita vivía en una granja de césped bien cortado, que descendía<br />

hasta el lago de Ullswater. Un bosque de hayas trepaba co-<br />

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