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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 333<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

el mar la había engullido. Algunos miembros de la tripulación se<br />

salvaron, pero la mayoría, aferrándose a jarcias y mástiles, se<br />

hundieron con ella, y ya sólo se alzarían cuando la muerte los soltara.<br />

Aquel hecho causó que muchos de los que estaban a punto de<br />

hacerse a la mar volvieran a tierra firme, más dispuestos a darse<br />

de bruces con el mal que a lanzarse a las fauces abiertas del despiadado<br />

océano. Con todo, su número era pequeño comparado<br />

con el de quienes sí culminaron la travesía. Muchos de ellos llegaron<br />

hasta Belfast para asegurarse un trayecto más breve por<br />

mar; y luego, mientras viajaban por Escocia, en dirección al sur,<br />

se les unían los paisanos más pobres de ese país, y todos se acercaban<br />

a Inglaterra con la misma intención.<br />

Aquellas incursiones llenaban de espanto a los ingleses, sobre<br />

todo en aquellas poblaciones en las que existía aún una población<br />

suficiente como para percibir el cambio. Ciertamente, en<br />

nuestro desgraciado país había sitio para el doble de las personas<br />

que nos invadían, pero el espíritu indómito de éstas las hacía proclives<br />

a la violencia. Se jactaban de echar de las casas a sus dueños;<br />

de ocupar mansiones lujosas cuyos nobles habitantes se habían<br />

encerrado por temor a la peste; de obligar a aristócratas de<br />

ambos sexos a trabajar para ellos como criados y proveedores. Y<br />

todo ello hasta que, consumada la ruina de un lugar, en su avance<br />

de plaga de langostas, llegaban a otro. Si no hallaban resistencia,<br />

su pillaje se propagaba a lo largo y ancho del país. En caso de<br />

peligro se agrupaban, y gracias a su mayor número derrotaban a<br />

su débil y desolado enemigo. Procedían del este y del norte y seguían<br />

su camino sin objeto aparente, aunque unánimemente se<br />

dirigieran hacia nuestra desdichada capital.<br />

La epidemia de peste había interrumpido en gran medida las<br />

comunicaciones, de modo que la caravana invasora ya había<br />

avanzado hasta Manchester y Derby cuando nosotros tuvimos<br />

noticia de su aproximación. Sus miembros arrasaban el país<br />

como un ejército invasor, quemando, diezmando, asesinando. Se<br />

les unían los ingleses de las clases más ínfimas y los vagabundos.<br />

Algunos de los pocos señores de los condados que habían sobrevivido<br />

trataban de reclutar sus milicias, pero las filas menguaban<br />

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