12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 86<br />

Mary Shelley<br />

la. Había algo aristocrático y majestuoso en su porte, pero nada<br />

persuasivo, nada amigable. Alta, delgada y severa, su rostro aún<br />

elegante, su pelo negro azabache apenas salpicado de gris, su<br />

frente arqueada y hermosa, las cejas algo despobladas, era imposible<br />

no sentirse impresionado por ella, temerla casi. Idris parecía<br />

el único ser capaz de resistir a su madre, a pesar de la extrema<br />

dulzura de su disposición. Pero había en ella cierto arrojo y franqueza<br />

que revelaba que no arrebataría la libertad de nadie y que<br />

defendería la suya propia como algo sagrado e inexpugnable.<br />

La condesa no contempló con indulgencia mi cuerpo fatigado,<br />

aunque más tarde agradeció fríamente mis atenciones. No así<br />

Idris, cuya primera mirada fue para su hermano. Le tomó la<br />

mano, le besó los párpados y permaneció junto a él mirándolo<br />

con compasión y amor. Sus ojos se bañaron de lágrimas cuando<br />

me dio las gracias, y la hermosura de su gesto, lejos de disminuir,<br />

aumentó con su fervor, que la llevaba casi a tartamudear mientras<br />

hablaba. Su madre, toda ojos y oídos, no tardó en interrumpirnos.<br />

Y yo vi que deseaba echarme discretamente, como a alguien<br />

cuyos servicios, ahora que los familiares habían llegado, ya<br />

no eran de utilidad a su hijo. Me sentía exhausto y enfermo, pero<br />

decidido a no abandonar mi puesto, aunque dudaba sobre cómo<br />

mantenerme en él. Y entonces Adrian pronunció mi nombre y,<br />

cogiéndome de la mano, me rogó que no me ausentara. Su madre,<br />

en apariencia distraída, comprendió al instante lo que pretendía,<br />

y viendo el poder que teníamos sobre ella, nos concedió el<br />

punto.<br />

Los días que siguieron estuvieron llenos de dolor para mí, tanto<br />

que en ocasiones lamenté no haber cedido de inmediato a las<br />

pretensiones de la altiva dama, que escrutaba todos mis movimientos<br />

y convertía la dulce tarea de cuidar de mi amigo en una<br />

irritante agonía. Jamás he visto a una mujer tan determinada<br />

como la condesa de Windsor. Sus pasiones habían sometido a sus<br />

apetitos e incluso a sus necesidades naturales. Dormía poco y<br />

apenas comía. Era evidente que contemplaba su propio cuerpo<br />

como una mera máquina cuya salud requería para el cumplimiento<br />

de sus planes, pero cuyos sentidos no participaban de su<br />

diversión. Hay algo temible en quien conquista de ese modo la<br />

86

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!