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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 106<br />

Mary Shelley<br />

futuro. Desconocíamos los celos y las inquietudes, y ni el temor<br />

ni la esperanza de cambios alteraban jamás nuestra paz. Tal vez<br />

otros dijeran: «podríamos ser felices»; nosotros decíamos: «Lo<br />

somos».<br />

Cuando alguna vez nos separábamos, por lo general Idris y<br />

Perdita salían a pasear juntas, y nosotros nos quedábamos a debatir<br />

sobre el estado de las naciones y la filosofía de la vida.<br />

Nuestras diferencias de opinión aportaban vigor a nuestras conversaciones.<br />

Adrian contaba con la superioridad de su formación<br />

y su elocuencia, pero Raymond poseía rapidez y capacidad de penetración,<br />

así como un conocimiento práctico de la existencia<br />

que solía mostrarse en oposición a Adrian, lo que mantenía viva<br />

la danza de la discusión. En otras ocasiones realizábamos excursiones<br />

que duraban varios días y recorríamos el país para visitar<br />

algún lugar reconocido por su belleza o importancia histórica. A<br />

veces nos llegábamos hasta Londres, donde gozábamos de las<br />

distracciones y el ajetreo. También nuestro retiro era invadido<br />

por personas que venían a visitarnos desde la ciudad. Aquellos<br />

cambios nos hacían más conscientes de las delicias que nos proporcionaba<br />

el contacto íntimo de nuestro pequeño círculo, de la<br />

tranquilidad de nuestro bosque divino, de las felices veladas que<br />

pasábamos en los salones de nuestro amado castillo.<br />

<strong>El</strong> carácter de Idris era un derroche de franqueza, dulzura y<br />

afecto. Siempre estaba de buen humor. Y aunque firme y resuelta<br />

en todo lo que le llegara al corazón, se plegaba a los deseos de sus<br />

seres queridos. La naturaleza de Perdita era menos perfecta, pero<br />

la ternura y la felicidad habían influido para bien en su ánimo,<br />

suavizando su reserva natural. Su capacidad de comprensión era<br />

grande, y su imaginación, muy vívida. Se mostraba sincera, generosa<br />

y razonable. Adrian, mi insuperable hermano del alma, el<br />

sensible y excelente Adrian, amaba a todos y era amado por todos,<br />

y sin embargo parecía destinado a no encontrar su otra mitad,<br />

la que le aportaría una felicidad completa. A menudo nos dejaba<br />

y se internaba solo en los bosques, o salía a navegar en su<br />

pequeño bote, con sus libros por toda compañía. Con frecuencia<br />

era el más alegre de todos nosotros, y a la vez el único que sucumbía<br />

a arrebatos de tristeza. Su delgadez parecía abrumada<br />

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