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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 367<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

Abandonar el país de nuestros padres, por sus tumbas sagrado.<br />

No lo sentíamos como uno de aquellos exilios de la antigüedad,<br />

cuando por placer o conveniencia un <strong>hombre</strong> olvidaba su suelo<br />

natal. Aunque miles de millas lo separaran de ella, Inglaterra seguía<br />

formando parte de él, lo mismo que él de ella. Se mantenía al<br />

corriente de lo que en ella sucedía y sabía que, si regresaba y volvía<br />

a ocupar su lugar en la sociedad, tendría la puerta abierta, y<br />

dependía de su voluntad el rodearse de nuevo, sin más dilación, de<br />

las relaciones y los hábitos de su infancia. Con nosotros, los supervivientes,<br />

no sucedía lo mismo. Nosotros no dejábamos a nadie<br />

atrás que nos representara, a nadie que repoblara la tierra baldía,<br />

y el nombre de Inglaterra moriría cuando la abandonáramos<br />

en errante pos de una temerosa seguridad.*<br />

¡Mas partamos! Inglaterra yace cubierta por su sudario, no<br />

nos encadenemos a un cadáver. Partamos, el mundo es ahora<br />

nuestra patria, y como residencia escogeremos su rincón más fértil.<br />

En sus desiertos salones, bajo este cielo invernal, ¿nos sentaremos<br />

con los ojos cerrados y las manos entrelazadas a esperar la<br />

muerte? Mejor partir a su encuentro, con gallardía. O tal vez –si<br />

todo este planeta pendular, esta piedra preciosa en la diadema del<br />

cielo no ha sido infectado del todo por la peste–, tal vez, en algún<br />

lugar remoto, en una eterna primavera de árboles mecidos por la<br />

brisa y arroyos saltarines, hallemos Vida. <strong>El</strong> mundo es inmenso,<br />

e Inglaterra, aunque sus muchos campos y espaciosos bosques<br />

parezcan interminables, no es sino una pequeña porción de él.<br />

Tras un día de marcha ascendiendo altas montañas y a través de<br />

valles cubiertos de nieve, tal vez nos encontremos con gentes sanas,<br />

y tras poner a su cargo a nuestros seres queridos, podamos<br />

replantar el árbol de la humanidad, arrancado de raíz, y garantizar<br />

posteridad al relato de la raza anterior a la peste, de los héroes<br />

y los sabios del estado perdido de las cosas.<br />

La esperanza nos guía y la tristeza nos apura, el corazón late<br />

con la fuerza de la expectativa, y este intenso deseo de cambio<br />

* The broken heart («<strong>El</strong> corazón roto»), acto V, escena II, de John Ford. (N. del T.)<br />

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